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La Galleta Prometida

Dos jóvenes 'artesanas galleteras' que endulzan la vida a niños y mayores

miércoles 09 de mayo de 2012, 11:40h
No es muy corriente que en plena crisis económica, cuando el paro azota duramente a nuestro país y en especial a los jóvenes, alguien decida dejar el trabajo. Más raro es si encima ese trabajo es estable y no está nada mal remunerado para los sueldos que se cobran hoy por hoy. Pero las madrileñas Fedra Martínez y Patricia Alonso, ambas de 32 años y cuñadas, lo hicieron. Llevan dos años embarcadas en "una aventura en repostería, de la tercera generación de una familia de artesanos pasteleros" y no les va nada mal. Hacen galletas, pero una galletas muy, muy especiales. De auténtico diseño.

Fedra hizo la carrera de Turismo y era la jefa de recepción de un hotel madrileño y Patricia trabajaba en Eventos, Congresos y Ferias, en donde ya se habían hecho un hueco por méritos propios. Una estabilidad laboral que muchos jóvenes quisieran ahora. Sin embargo, las dos ambicionaban algo más. Sobre todo cuando tras formar una familia - Patricia tiene un hijo de 2 años, y Fedra otro de 4 meses- lo que más deseaban era poder conciliar la vida laboral con la familiar, algo que por entonces les resultaba muy complicado por sus largos horarios, que en el caso de Patricia incluía muchas veces trabajar también fines de semana. Así que decidieron dar ese arriesgado paso y abandonaron la seguridad laboral para emprender una aventura con mucha ilusión y poco dinero pero convencidas de que "si quieres algo, debes ir a buscarlo".

Así nació La Galleta Prometida que, como ellas mismas aseguran en su web, es "una aventura en repostería, de la tercera generación de una familia de artesanos pasteleros que llevan endulzando la vida de sus clientes desde hace más de 30 años". No en vano el padre y el abuelo de Fedra llevan muchos años regentando sendas pastelerías en Madrid, lo que a ellas les ha solucionado uno de los principales problemas con el que se enfrentaban, trabajar la materia prima y base principal de su oferta, la galleta. Los moldes los elaboran en los hornos de la pastelería paterna. El resto, diseños y trabajo manual, lo realizan ahora en una pequeña y coqueta tienda que abrieron en la madrileña colonia de la Fuente del Berro hace escasamente seis meses "después de patearnos Madrid buscando un local que se adaptara a nuestras posibilidades", cuentan. Uno de los requisitos que consideraban indispensable era que hubiera un colegio cerca dado que el negocio está enfocado principalmente para fiestas de cumpleaños infantiles pero también para bautizos, bodas o cualquier acontecimiento familiar digno de celebrar. De hecho, también reciben pedidos para mayores. "Hace poco hicimos unas galletas que simulaban bombonas de butano para una fiesta de jubilación de un abuelo que en su juventud trabajó como repartidor de butano", recuerda con una sonrisa. También reciben encargos de fuera de España, fundamentalmente de Portugal.

¿Qué secreto esconde su negocio?. Pues que Fedra y Patricia decoran a mano las galletas, una a una, con una paciencia digna de admiración, transformándolas en divertidas figuras de piratas, payasos, princesas o lo que demande el cliente. Porque, como aclara Patricia, "diseñamos por encargo todo los que nos pidan", no sólo galletas con fondant sabor vainilla o blanco y mazapán, también apetecibles tartas y cupcakes con adornos de vistosos colores.

"La idea fue de Fedra - reconoce Patricia-, que era la que mejor conocía las posibilidades que se nos abrían en el sector". El primer año y medio fue muy duro. "Nos costó salir a flote y al principio nuestro 'cartera' de clientes eran nuestros amigos y familiares. Todo lo hacíamos on-line. Nos pasábamos el día mirando a ver cuantas entradas había en la Web o actualizándola, pero nos desmoralizábamos al ver que tan sólo había dos o tres", recuerda Patricia mientras sigue enfrascada en el diseño de una galleta que irá a parar a la primorosa caja de embalaje que está ya medio llena encima de su mesa de trabajo. Por fortuna para ellas, poco a poco fueron asentándose en el negocio que han ido ampliando con el tiempo una vez que abrieron el local situado en la calle Elvira haciendo casi esquina con el final de Jorge Juan.

De hecho, en las galletas no acaba la 'oferta'. Además, en la tienda venden utensilios y moldes para decorar los dulces y por si fuera poco, ambas dedican los sábados - cierran a cambio los lunes- a realizar cursos para aprender las técnicas de la repostería. No se quejan porque cada vez son más las personas que se apuntan a ellos y es una actividad que les gusta.

Su experiencia y su ejemplo demuestran que con imaginación, dedicación y poco dinero - hicieron una inversión inicial de 10.000 euros, más el coste de algunos viajes a Nueva York para la compra de moldes y material especializado que aquí no se encuentra - se puede crear una empresa. De momento, Patricia y Fedra sólo han cubierto gastos pero están convencidas de que en breve podrán ponerse un sueldo que les compense de estos dos duros años de esfuerzo. "Ese día lo vamos a celebrar por todo lo alto", advierten las cuñadas emprendedoras mientras cruzan una mirada cómplice.

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