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Todos quieren reformar la Constitución, pero muchos se lo callan

Todos quieren reformar la Constitución, pero muchos se lo callan

- La norma fundamental incorpora muchos artículos incumplidos y otros incumplibles

jueves 05 de diciembre de 2013, 16:38h
Resulta difícil encontrar un interlocutor político que, en privado, no admita que la Constitución, que este viernes cumple treinta y cinco años, no deba ser reformada con urgencia. Y esta afirmación incluye a la práctica totalidad de miembros, incluso a nivel dirigente, del Partido Popular, cuya doctrina oficial insiste, sin embargo, en mantener intocada la Ley Fundamental en todos sus extremos. Mariano Rajoy llegó a afirmar públicamente, hace algunos meses, que la Constitución de 1978 será válida aún para la próxima década; es él, precisamente, el adalid de abortar cualquier intento de cambio en el texto. Aunque, lejos de micrófonos y de oídos indiscretos, piense y diga muy otra cosa.

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De hecho, algunos dirigentes del PP insinúan que el presidente del Gobierno y del partido hará este viernes 'algún guiño' a una posible apertura limitada a una reforma constitucional, controlada -nada de tocar el artículo primero o el segundo, desde luego-- y, sobre todo, consensuada. Y algunos dirigentes del PSOE creen que Pérez Alfredo Rubalcaba, que ha hecho de la modificación de algunos aspectos sustanciales de la Constitución una parte esencial de su programa, recogerá el guante y ofrecerá a Rajoy públicamente un acuerdo reformista. 

Ambas partes, para no citar ya a otras formaciones menores, admiten que ha sido un tradicional principio de pereza política y de falta de voluntad de consenso lo que ha frenado algunas modificaciones cuyo planteamiento viene de lejos, como podría ser la reforma del Senado para transformarlo en una Cámara verdaderamente territorial. El propio PP parece haber olvidado que, estando en la oposición, y de la mano de la mismísima Soraya Sáenz de Santamaría, presentó públicamente un proyecto de reforma que afectaba especialmente al Título VIII, que regula el régimen de las autonomías y que, en la actualidad, no resiste el más liviano análisis. Es un Título redactado para salir de una dictadura centralista y ahora nos hallamos, admiten todos, en una democracia descentralizada, pero con graves insuficiencias e irregularidades que hacen que, por ejemplo, al menos dos estatutos de autonomía, el catalán y el valenciano, puedan llegar a ser acusados de vulnerar el espíritu constitucional. 

Pero hay más, muchos más, ejemplos de incumplimientos de nuestra norma fundamental. Comenzando por el artículo tercero, que dice que "la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección". Algo que casa mal con la prohibición de rotular en castellano -que es como la Constitución llama al español-emanada de la Generalitat catalana. O el artículo catorce, que habla de la igualdad los españoles ante la ley, lo que se contradice con el propio artículo 57, donde se discrimina a la mujer a la hora de acceder al Trono. O el artículo 17, en lo que respecta a los límites de la prisión preventiva, o el treinta, que sigue estableciendo el servicio militar obligatorio...En fin, para qué seguir. Un análisis ya no político, sino meramente técnico, sería simplemente abrumador: la Constitución no se cumple en muchos casos porque resulta ya imposible cumplirla, dados la coyuntura nacional e internacional, los avances tecnológicos y económicos y, en fin, una realidad que es ahora muy distinta a como era hace tres décadas y media. 

El grado de desprecio de esta realidad que a veces muestran los representantes políticos e institucionales de los españoles es muchas veces grande, pero no puede desconocer estas evidencias. Y hay que insistir en que se está dando un fenómeno para nada ajeno a los usos y costumbres de la política a la moda española: todos ven que hay que hacer cambios, pero solo algunos lo dicen. Y, quienes lo dicen, son precisamente los que ahora no mandan, porque, cuando mandaban, tampoco propiciaron estos cambios, que quienes ahora mandan entonces sí pedían. Lo dicho: la Spanish way hacia el abismo, a menos que los dos grandes partidos lleguen -como uno, optimista inveterado, espera-- a un acuerdo realista...y que sea pronto.


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