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Sin perdón

Sin perdón

lunes 28 de noviembre de 2011, 11:29h
Para ser la cuarta vez que lo hace no se extendió demasiado. No ha sido demasiado rumboso que se diga. En la primera ocasión que reconoció haber cometido errores José Luis Rodríguez Zapatero se había producido un gran fiasco en el llamado proceso de paz: "les aseguro que el año que viene la lucha contra el terrorismo irá mejor". Y menos de veinticuatro horas después ETA despanzurraba un aparcamiento en la T-4 del aeropuerto de Barajas y acababa con la vida de dos personas. Luego vino lo que de que había admitido muy tarde que estábamos - y vaya que lo estábamos- hundidos en la crisis económica. Después, tercer reconocimiento de errores cometios, pero  en plan de duda lo de que "quizás" tardamos demasiado en pinchar la burbuja inmobiliaria y, finalmente, menos de 60 segundos en el Comité Federal del sábado: admitió errores de gestión de la crisis y de comunicación. Como siempre que un político admite una equivocación le suele dar tanta importancia o más a la comunicación -"no lo hemos sabido explicar bien"- que al error mismo en adoptar una política determinada. Pero inmediatamente, a renglón seguido, la autojustificación: esta crisis es muy compleja, no había hoja de ruta para atacarla, porque no había sucedido nunca, y se pusieron los intereses de España por encima de los del partido. O sea, más que un equivocado, Zapatero y su partido se han  inmolado por el bien común.

Pero lo del todavía presidente y secretario general fue todo un lujo, un derroche, comparado con  Alfredo Pérez Rubalcaba. Ni una sola palabra de autocrítica en su discurso. Ni siquiera la duda razonable sobre si se podía haber hecho una mejor campaña. Si hubiera sido posible otro mensaje para convencer o, al menos, hacer reflexionar a los desengañados con el PSOE. Rubalcaba comparecía ante el máximo órgano entre congresos como el hombre al que se había encomendado la tarea de salvar la mayor parte posible delo mobiliario ya que se daba por hecho  el desahucio del poder. Todos los dirigentes socialistas sabían que la orden de desalojo llevaba el 20N escrita como fecha de ejecución. Y es verdad que los reunidos en Ferraz aceptaron sin dificultad que obtener siete millones de votos con la que está cayendo es todo un logro. Admitieron que es suficiente conservar parte del ajuar una vez abandonada la casa del poder. "A ver quién lo hubiera hecho mejor en estas circunstancias..."

El problema es que el descalabro es descomunal, que los socialistas ahora tienen menos poder que nunca y que su marca está arrasada y  la gran mayoría de los votantes del país huyen de ella despavoridos. Y no es nuevo. Ya avisaban.  Lo han hecho cada vez que han tenido oportunidad de ir a las urnas durante los dos últimos años: Galicia, Cataluña, Elecciones Europeas, Elecciones Municipales y Autonómicas y, finalmente, elecciones Generales. Y ante este desgarro ni un solo dirigente ha pedido disculpas ni perdón. Nadie ha asumido la derrota y a nadie se le pedido cuentas de sus responsabilidades. Aunque seguramente hay un truco: una gran parte de los miembros del comité federal que se reunía quizás por última vez el pasado sábado son también perdedores. En ese comité se sientas decenas de personas que han perdido una presidencia autonómica, un puesto de diputado autonómico, una alcaldía, una presidencia o un puesto en una diputación provincial o una concejalía y, finalmente, un escaño en el Congreso y en el Senado. Los responsables locales y territoriales de aquellas campañas perdedoras estaban también allí, integran también ese organismo representativo ¿Cómo van a pedir responsabilidades a Zapatero o a Rubalcaba si no han asumido las suyas? El PSOE necesita jubilar a todos sus perdedores y empezar de nuevo con otras ideas y con otros líderes que tengan la oportunidad de empezar a equivocarse, pero que al menos puedan  caminar ligeros, sin los lastres en los tobillos de haber propiciado y participado activamente en la derrota.
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