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El arduo camino hacia la Paz

El arduo camino hacia la Paz

miércoles 05 de septiembre de 2012, 07:54h
En escasos diez días el pueblo colombiano ha visto la dimisión en pleno del gabinete Santos, los rumores de negociación con las FARC, la confirmación de tales rumores, el nombramiento de un nuevo gabinete ad hoc y la comparecencia pública del presidente de la república informando de la hoja de ruta para alcanzar una paz negociada con las FARC y el ELN.

Ahora se inicia "el segundo tiempo" en palabras del propio Santos, con el objetivo de afianzar lo gobernado en política social, educativa y económica. Sin embargo, todo eso queda desde ya opacado y quién sabe si borrado a la luz de esta nueva posibilidad para la paz: tanto si se consigue como si se pierde una vez más, a Santos se le recordará y juzgará únicamente por este gran hecho de indubitable alcance histórico.

Un nuevo intento de pacificación se abre ante Colombia, el enésimo desde la Guerra de los 1.000 días, el enésimo desde el periodo infausto de la política partidaria conocido como La Violencia y que se iniciara con el Bogotazo; el enésimo desde aquel primer y lejanísimo levantamiento de Manuel Marulanda (a) Tirofijo en Maiquetía hace 51 años. El enésimo desde que el presidente Belisario Betancur intentara la paz oficialmente desde un mandato fallido en todos sus objetivos y cuyo lema de campaña, "Con Belisario SÍ se puede" terminó siendo el fallido "Con Belisario, si se puede" (nótese el condicional).

La nueva esperanza que nace se percibe claramente en la calle todos quieren paz, todos rezan por la paz y todos saben que el conflicto debe cerrarse definitivamente para que Colombia pueda avanzar hacia la democracia, la igualdad de oportunidades y la prosperidad nacional, para todos es claro que la paz es la puerta definitiva a ser la segunda economía del subcontinente tras Brasil. Desafortunadamente, no he encontrado ni un solo colombiano que no remate sus ansias de paz con un "ya veremos, las FARC siempre acaban volviendo a la selva" y es que la guerra es un gran negocio para muchos: los traficantes de armas, los traficantes de droga, los growers o plantadores de adormidera, algunos militares, legiones de abogados, los especuladores de tierras... Veremos cómo se articulan todos estos flecos no menores en una negociación que no será corta ni simple.

El camino que ahora se inicia es difícil y las paredes que lo contienen sumamente frágiles, apenas de papel que se llevará el viento de la ambigüedad o que hará arder la más pequeña intolerancia. Es necesaria una unidad silenciosa y sin alarmismos por parte de todos los ciudadanos e instituciones para sacar adelante el mayor bien axiológicamente deseable en una sociedad, la paz, porque sin ella ninguno de los otros bienes será completo ni posible.

Ya hemos oído a Uribe dar la señal de salida a sus conmilitones: para el expresidente es un error del presidente Santos y le augura un gran fracaso, aunque no ha dicho ni una palabra de sus propios intentos de negociar con las FARC con el presidente Chávez, su particular bestia negra, como intermediario.

Este camino requiere voluntad férrea de no romper la dinámica, rigor en las decisiones que se tomen y actos eficaces que correspondan a lo pactado justa y exactamente. Es momento de esperanza, sí, pero también de rigor y prudencia. Ojalá sea el principio de la historia que se leerá en los libros de texto, el final de casi un siglo de violencia por muchas causas y la puerta de bienvenida al futuro próspero y reluciente que el país hermoso, trabajador e inteligente que es Colombia merece.
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