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Calendario político mustio cual medallero olímpico

martes 16 de agosto de 2016, 17:14h

Claro que nadie espera un acalorado debate en el Partido Popular cuando Mariano Rajoy pida este miércoles a su Ejecuitiva el 'sí' a las seis más una condiciones impuestas por Albert Rivera para que Ciudadanos vote a favor de la investidura de Rajoy. El problema no reside en un partido disciplinado, en el que, salvo disonancias de Aznar o Esperanza Aguirre, el debate no existe: la prueba es que apenas unos militantes de base, deseosos de publicidad, han solicitado notarialmente la celebración del congreso nacional del partido, que lleva ya un año y medio de retraso, violando los estatutos.

Claro que a uno le gustaría un poco más de democracia interna en el partido que comanda con toda comodidad Mariano Rajoy: elecciones primarias, juntas directivas nacionales abiertas... Pero tampoco es que en las demás formaciones nacionales primen ni una sorprendente transparencia ni un afán por conocer qié piensan sus propios votantes, y mire usted, si quiere, al PSOE, que está estos días dando un auténtico ejemplo de escapismo vacacional: ni se convoca al comité federal ni, menos aún, a la militancia para que vote sobre la trascendental cuestión que sobre la cabeza de los socialistas está, cual espada de Damocles, pendiente: si hay que repetir elecciones, que 'caerían' en fechas tan curiosas como el 25 de diciembre o el 1 de enero -no, eso no ocurrirá en modo alguno, pese al calendario endiablado que se abre en septiembre_ el PSOE sería considerado responsable por mucha gente. Lo están escuchando, en voz baja, los pocos que tienen acceso a las confesiones íntimas de algunos 'barones' y de numeroos integrantes del 'viejo testamento' del partido. Hay disidencia clara contra Sánchez, que por eso no quiere ahora convocar al comité federal, aunque tendrá que acabar haciéndolo: saldría abrasado.

Así que ahora lo urgente es saber cómo va a gestionar Rajoy en persona la oferta de Ciudadanos y el 'sí' masivo en el órgano dirigente del PP. Porque esa oferta de Ciudadanos exige, además de las seis condiciones archisabidas, algunas ya bastnte incómodas para los 'populares', la convocatoria de una fecha para someterse a la investidura, naturalmente con Rajoy como candidato, al margen de que el PSOE 'preste' o no esos once escaños cuya abstención es imprescindible para que Rajoy pueda formar Gobierno.

Como no puedo resignarme al pesimismo de unas terceras elecciones, con todo lo que sabemos que implicarían, y, sobre todo, a la frustración de una oportunidad para que, desde el Parlamento, socialistas y Ciudadanos obliguen al impávido Rajoy a llevar a cabo esa etapa regeneracionista que necesitamos, sigo pensando que Sánchez tiene que encontrar el método de superar su terco, torpe, 'no, no, qué parte de ese no no entiende', etc.

Vamos a ver si esa comisión parlamentaria -solicitada por Cs y por el PSOE-- sobre la corrupción pasada del PP, a la que le quedan temas y juicios pendientes, pudiera ser el nexo para que Sánchez ceda esos once diputados por la abstención: si esa comisión se forma, se llega a un entendimiento, podría proponer Sánchez a su ya muy enfadado Comité Federal, que está demostrando, de todas maneras, no ser muy operativo: algo tiene que cambiar muy profundamente en el PSOE, un partido tan necesario para España y cuyo liderazgo deja mucho que desear, y no hablo solamente de Sánchez.

Y entonces Rajoy, aun sin esas once abstenciones en la mano -menuda negociación a tres bandas, en busca del acuerdo 'in extremis' del PSOE, se avecina en las cuarenta y ocho horas entre la primera y la segunda votación de esa sesión parlamentaria--, tiene que fijar ya una fecha para esa investidura. Aunque, en el peor de los casos, no sea más que para que empiecen a contar las fechas para poder ir a unas eventuales terceras elecciones. No hay manera de averiguar, aunque algunos avancen fechas como los últimos días de agosto y los primeros de septiembre, qué es lo que Rajoy tiene en la cabeza en cuanto esas fechas endiabladas que componen el calendario político español, que está más mustio aún que el medallero olímpico. Menudo papelón estamos, están, haciendo.

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