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Nadie habla claro y entonces, claro, pasa lo que pasa

miércoles 05 de octubre de 2016, 13:08h

No recuerdo qué colega, de esos que aguantan heroicamente el tipo a las puertas de Ferraz durante un sábado interminable, titulaba en un periódico digital, y lamentablemente tampoco recuerdo cuál era, "Por qué dicen 'no' a los comicios cuando quieren decir abstención". Gran resumen de una situación que otros informadores y comentaristas han plasmado como sigue: es obvio que el PSOE no puede ir a las terceras elecciones, y tendrá que abstenerse en la votación de investidura de Rajoy; y es obvio que el Partido Popular sí estaría interesado, ahora, en unas terceras elecciones para aumentar su ventaja en escaños y gobernar más cómodo, pero no lo admitirá ni bajo tortura, y hacen muy bien. Lo mismo vale decir para Podemos, que siente estar a un paso del 'sorpasso', valga el juego de palabras, del partido que fundó Pablo Iglesias, valga también este otro driblaje.

En este país nuestro ocurren cosas como que en la primera reunión del grupo parlamentario socialista tras los lamentables sucesos de la sede de Ferraz, el pasado sábado, solamente uno de los ochenta y cinco diputados socialistas pronunció alto y claro la palabra 'abstención', que es de lo que se trataba: de si los parlamentarios del PSOE y del PSC se van a abstener a la hora de votar a Rajoy en una investidura o seguirán, y ellos saben que eso no puede ser así, aferrados al 'no y no' que hará que Pedro Sánchez pase a la historia con minúscula. Todos daban vueltas a una noria sin agua, con discursos rimbombantes, perfectamente conscientes de que no quieren abstenerse, pero más conscientes aún de que, simplemente, no pueden afrontar unas elecciones: no tienen candidato -y faltarían menos de dos meses y medio para esos terceros comicios, los del 18 de diciembre-, no tienen posibilidad de elaborar unas nuevas listas, de organizar una campaña, carecen de dinero para sostenerla y ¿quién iría a los mítines de quién y según dónde? Imposible, vamos. A menos, claro, que el PSOE quiera desaparecer, que es hipótesis muy poco recomendable para la mayoría de quienes se sientan ahora en los confortables escaños socialistas. Y para todos nosotros, de paso.

Y, sin embargo, ahí tenemos al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, diciéndonos, como si fuésemos tontos, que el PSOE puede presentar "la candidatura más potente" que el PP pueda imaginar. Son estos maestros de la levedad verbal, del circunloquio, del rodeo discursivo los que me sacan de quicio: lo suyo es una falta de respeto al intelecto del ciudadano, que es quien paga los impuestos en los que se sustenta la clase política y vota a esos políticos que luego nunca nos dicen las cosas con la claridad necesaria.

Y extiendo la crítica, por supuesto, al PP, que aguarda su oportunidad de rematar al adversario a la chita callando: ahora han visto que pasó la época -gracias a la impericia y a la tozudez de Pedro Sánchez, ese que aún sueña, parece, con volver a presentarse para secretario general en primarias- en la que el PSOE podía exigir muchas contrapartidas a cambio de su abstención y, en lugar de poner puente de plata para que el enemigo pueda escapar de sí mismo, amenaza con exigir sumisión presupuestaria, y más cosas, a los socialistas. Pero como tampoco los 'populares' hablan claramente de este extremo, todo queda al ánimo analítico del comentarista de turno, un mensajero -especie en extinción- al que entre unos y otros acabarán, ya lo verás ustedes, matando.

Y lo de Podemos: tratando de influir, amenazando con incumplir sus compromisos en comunidades autónomas y ayuntamientos, para que el PSOE no acabe inclinándose por la abstención. Porque, claro -y es de las pocas cosas que están claras-, si Rajoy no sale investido, habrá terceras elecciones y ellos consideran -y todos consideramos- que los morados se convertirían en la segunda opción electoral, sobrepasando largamente al PASOK, perdón, al PSOE.

Hasta los que se manifiestan como independentistas catalanes dicen estar hablando 'muy claro', cuando, en el fondo, Puigdemont, el president de la Generalitat, está ansioso por encontrar interlocutores solventes en Madrid para encontrar contrapartidas que frenen una declaración de independencia que él sabe imposible. Hay, así, un 'animus negotiandi' por doquier, que consiste en que cada cual disimula con mejor o peor fortuna sus intenciones, lo que confunde ya poco al personal, que va conociéndolos a todos.

Pero no se preocupen los amables lectores: vamos a volver de manera inmediata a la claridad, porque los tiempos apremian. Nos quedan solamente tres semanas para que los socialistas, sabiamente manejados por el presidente asturiano Javier Fernández -uno de los pocos que podría cumplir esta trascendental misión-, encuentren la manera de 'lavar' una abstención que, es evidente, redundaría en favor de ese Mariano Rajoy al que, repito, los errores de Sánchez y sus incondicionales han fortalecido, lejos de 'enviarle a la oposición', como Sánchez tantas veces prometiera hacer.

Y entonces se pondrán todas las cartas sobre la mesa, lo que logrará evitar esas terceras elecciones que todos dicen aborrecer, pero que solamente algunos temen y otros, en el fondo de su corazón, ya anhelan. "A ver si se creen que hemos hecho todo esto para tener otras elecciones", dijo Susana Díaz a un conocido, que me repitió la frase de la lideresa, aliada en esto con Felipe González. Sí, la presidenta andaluza habló, al fin, claramente. Pero fue en una conversación privada y volando sobre raíles en el AVE hacia Madrid, para cantar en un sitio y poner los huevos en otro, como esas aves tan cautas, que nunca sabes bien dónde están hasta que ya han emprendido el vuelo, muy lejos.
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