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Acoso a la sanidad pública

jueves 25 de septiembre de 2008, 10:49h
Desde hace ya bastantes años, casi desde que el Partido Popular conquistó el poder, primero en el Ayuntamiento de Madrid y después en la Comunidad Autónoma, la oposición a los distintos gobiernos de la derecha no la han hecho los partidos de la izquierda, sino los sindicatos.

El verdadero acoso y derribo a  los gobiernos del PP ha sido protagonizado por CC.OO y UGT, en ocasiones por separado y en otras muchas, la mayoría, unitariamente. Ellos han sido los encargados de calentar el horno político, de sacar la contestación y las pancartas a la calle, de movilizar para desestabilizar, no sólo en temas de pura esencia laboral, sino en cuestiones de clara y única raíz política.

Los partidos de la izquierda tienen que estar eternamente agradecidos a los sindicatos por haberles hecho el trabajo de mano de obra, la tarea más dura y comprometida, pasando de ser parte de un sentimiento social a una conciencia política.

Antes de que comenzara el curso urbano, como suelen hacer todos los años, los sindicatos abrieron la temporada anunciando un “año caliente”, que es lo mismo que decir un chorreo de movilizaciones en las instituciones gobernadas por el Partido Popular. Nada nuevo bajo el sol de España, como nada nuevo resulta el hecho de que cumplan sus amenazas a pie juntillas.

Siempre eligen un asunto emblemático para descargar su acción político-sindical, más de lo primero que de lo último. En este caso, para abrir boca, ha sido el de la sanidad pública, que siempre es un recurso muy socorrido, porque con un poquito de demagogia y bastante de sectarismo se puede embaucar a mucha gente, sobre todo cuando los actos reivindicativos, las manifestaciones y las movilizaciones llevan el mensaje de la privatización de la sanidad pública y a la gente se la quiere hacer creer que hay que pagar por ir la médico, al especialista, a urgencias o para operarse en los centros públicos, cuando nadie ha sido capaz de encontrar a nadie que haya tenido que desembolsar ni un euro por ser atendido en un centro de salud o en un hospital público.

Lo peor es cuando esa ofensiva sindical se traduce en insultos, incluso en intentos de agresión a representantes de la administración. Ya se la montaron hace unos días al consejero de Sanidad, Juan José Güemes, en el hospital Severo Ochoa, que es el hospital donde la gente moría fácil y rápidamente en las urgencias que dirigía el doctor Montes, y se la montaron ayer en el hospital Gregorio Marañón, donde el consejero tuvo que entrar escoltado, ante la actitud intimidatoria y agresiva de los sindicalistas.

Se pueden reivindicar mejoras para la sanidad pública, que se alivien las listas de espera, que se aumente la eficacia de los servicios, pero llamar a la movilización con el argumento de que hay que pagar por ser atendido en la sanidad pública es una falacia, una manipulación impropia de unos sindicatos tan responsables y silentes en otros asuntos, como la crisis económica nacional. Si algo tiene de privado la sanidad pública de Madrid es que los nuevos hospitales tienen habitaciones individuales, como los de pago, pero sin pagar un duro.
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