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Los problemas de E.U. van más allá de Wall Street

Los problemas de E.U. van más allá de Wall Street

viernes 26 de septiembre de 2008, 01:18h

A menos de dos meses de las elecciones presidenciales estadounidenses, gran parte de la atención se centra en el estado de la economía del país y los retos que representará para el próximo presidente.

Nos encontramos en medio de una crisis financiera causada por la grave distorsión de los precios de todo tipo de riesgos y por el colapso de la burbuja inmobiliaria, que se desarrolló en la primera mitad de esta década. Lo que comenzó como un problema con las hipotecas basura se ha propagado ahora a la generalidad de las viviendas, así como a otras clases de bienes. El problema de la vivienda está contribuyendo a la crisis financiera, lo que a su vez está reduciendo la disponibilidad de crédito necesario para sostener la actividad económica.

De hecho, la crisis financiera se ha agravado en las últimas semanas, lo que se refleja en la intervención de la Reserva Federal de Estados Unidos de las cuasiestatales entidades de crédito Fannie Mae y Freddie Mac -que pueden costarles a los contribuyentes estadounidenses cientos de miles de millones de dólares-, así como la bancarrota de Lehman Brothers y la venta de Merrill Lynch. En último término, estos fracasos financieros reflejan la espiral descendente de los precios de las viviendas y el creciente número de casas con un valor patrimonial negativo, es decir, con una importante deuda hipotecaria por sobre los valores de mercado.

El valor patrimonial negativo es importante porque, por lo general, las hipotecas en los Estados Unidos son préstamos "sin recurso". Si un propietario deja de pagar, los acreedores pueden embargar la casa, pero no pueden embargar otras propiedades ni ingresos para pagar un saldo negativo. Incluso, en los estados en que las hipotecas no son préstamos "sin recurso", por lo general los acreedores no apuntan a los bienes o los ingresos de las personas que no siguen pagando.

No podemos estar seguros de cuánto más caerán los precios. Los expertos señalan que se necesita otro 15 por ciento para volver al camino previo a la burbuja, pero no hay nada que detenga esta baja una vez que llegue a ese punto. La creciente brecha entre las deudas hipotecarias y los precios de las viviendas seguirá aumentando el índice de deuda impaga. Muchos propietarios que pueden pagar las mensualidades de su hipoteca preferirán caer en impago, vivir de alquiler y esperar a comprar nuevamente cuando los precios hayan bajado todavía más.

Puesto que los propietarios que tienen un elevado valor patrimonial negativo dejan de pagar, las viviendas cuyas hipotecas se han cancelado contribuyen al exceso de oferta que hace que los precios sigan bajando. Y la baja de los precios produce un mayor valor patrimonial negativo y, por ende, más impagos y cancelaciones de hipotecas. No hay mucha claridad sobre qué detendrá este círculo vicioso.

La baja de los precios de las viviendas es clave para la crisis financiera y las perspectivas de la economía, ya que los valores respaldados por hipotecas -y los derivados que se basan en ellos- son los activos principales de las instituciones financieras que hoy se debilitan cada día más. Hasta que los precios de las viviendas se estabilicen, no es posible establecer ninguna fiabilidad para estos valores, lo que significa que las instituciones financieras que los poseen no pueden fiarse de la liquidez o solvencia de sus potenciales contrapartes, ni incluso del valor de su propio capital. Sin esta confianza, el crédito no circulará y la actividad económica se verá limitada.

Más aún, puesto que los activos de las instituciones financieras se adquirieron principalmente con dinero prestado, la escasez de crédito se exacerba por su necesidad de reducir el apalancamiento. Puesto que elevar el capital es difícil y costoso, reducen el apalancamiento prestando menos.

Sin embargo, hoy la debilidad macroeconómica de Estados Unidos va más allá de la menor disponibilidad de crédito. La baja de los precios de las viviendas reduce los ingresos de los hogares y, en consecuencia, el gasto de los consumidores. La caída del empleo reduce los salarios. El aumento de los precios del petróleo y la energía reduce aún más los ingresos, y menor actividad económica en el resto del mundo disminuye la demanda de exportaciones estadounidenses.

En mi opinión, la Reserva Federal de Estados Unidos ha respondido de manera adecuada, al reducir drásticamente el tipo de interés de los fondos federales y crear una variedad de nuevas líneas de crédito. La baja de los tipos de interés ayudó a hacer más competitivo el dólar, pero, aparte de eso, la política monetaria parece haber perdido impulso debido al estado del sector inmobiliario y la situación disfuncional de los mercados crediticios.

El Congreso de Estados Unidos y la administración Bush pusieron, en efecto, una devolución de impuestos por más de cien mil millones de dólares, en un intento por estimular el consumo. Quienes apoyamos en ese momento esta medida sabíamos que, en general, la historia y la teoría económica muestran que esas transferencias fiscales que se hacen solo una vez tienen pocos efectos, pero pensamos que esta vez podía ser diferente. En palabras de Samuel Johnson, nuestro apoyo era un triunfo de la esperanza sobre la experiencia.

Nuestras esperanzas se vieron frustradas. Ahora están disponibles los datos sobre el ingreso nacional oficial correspondientes al segundo trimestre, que muestran que esta medida estimuló muy poco el consumo. Más de un 80 por ciento de los dólares de la devolución se destinaron a ahorro o a pagar deudas, y muy poco se sumó al consumo actual.

Así es que, en este punto están los Estados Unidos en este momento: en medio de una crisis financiera, con la economía cayendo en recesión, una política monetaria que ya se ha flexibilizado al máximo y con transferencias fiscales impotentes para estimular una reactivación. Una posición poco envidiable, por decir lo menos, para el próximo presidente.

Martin Feldstein

*Profesor de economía en Harvard, fue jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente Ronald Reagan y Presidente de la Oficina Nacional de Investigación Económica.

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