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Obama y el racismo subyacente

jueves 16 de octubre de 2008, 02:21h
Nunca un candidato de raza negra ha estado tan cerca de ocupar la Casa Blanca. Sólo en películas de ciencia ficción se ha situado a un afroamericano en el despacho más poderoso del planeta. Era una excepción imposible en la realidad. Hasta ahora, las personas de raza negra que aparecían en la residencia del presidente como actores de reparto lo hacían en papel de cocineros o a lo sumo de mayordomos de presidentes necesariamente blancos.

Barack Obama lleva una ventaja cercana a quince puntos sobre su contrincante republicano: ¿será suficientes para sobrepasar el racismo subyacente en la sociedad norteamericana? ¿Cuánto influirá el factor racial en la soledad de la cabina electoral a la hora de cumplimentar la papeleta?

Estados Unidos, al igual que Inglaterra, tienen una legislación muy dura para combatir cualquier manifestación o ejercicio de actitudes racistas. La larga lucha por los derechos civiles de la población de raza negra ha sido dura y dolorosa. El resultado es la adaptación legal a la igualdad y la vigilancia de las formas. Pero hay desigualdades socioeconómicas y culturales que todavía tardarán años en solventarse porque el punto de partida es muy disparar entre los colectivos de las razas blancas y negras al que se le ha añadido la emersión de otras minorías que están a punto de hacerse mayoritarias como la de los ciudadanos de origen hispano. Se guardan las maneras pero muchos prejuicios se mantienen.

La campaña de McCaín ha estado rozando la agresión racista cuando las descalificaciones personales contra el candidato Obama señalaban su amistad con personas acusadas de terrorismo y sus orígenes que se intentaba presentar como árabes. No se ha ido más lejos por la amenaza de la ley contra el racismo y porque al final el candidato republicano ha intervenido directamente para evitar una escalada de descalificaciones cuyo último peldaño hubiera sido sin duda el color de la piel del candidato demócrata.

Nadie se atreve a hacer en voz alta la pregunta sobre lo que el factor racial puede influir el día de la elección, pero es un silencio sobreentendido que sólo tendrá respuesta en el escrutinio electoral. La victoria de Obama, desde este punto de vista, es una necesidad en la larga lucha por la desaparición de los prejuicios raciales. Quizá por eso, para apuntalar esa necesidad histórica, la crisis económica y la imposibilidad que tiene McCaín de desmarcarse de la insoportable herencia de Bush estén a punto de materializar el milagro de que un hombre de raza negra ocupe el puesto que más poder tiene en el mundo.
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