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Salir a morir

martes 18 de noviembre de 2008, 13:06h
No salgo de mi asombro. Han pasado ya varios días pero no asimilo la noticia. Despertarse un domingo por la mañana, encender la radio y desayunarse con la muerte de un muchacho de 18 años es descorazonador. Por desgracia, muchos fines de semana los accidentes de tráfico siegan vidas tan jóvenes y tan prometedoras como las de Álvaro. Pero él no murió en la carretera, algo que ya habría sido terrible. No, a él le tocó algo aún peor: alguien le quitó la vida. Y analizados, días después, los hechos y las posibles causas, una vez más nos enfrentamos con una muerte absurda, una muerte que no debió producirse. Álvaro debería seguir aquí, con nosotros, planeando el siguiente finde con sus compañeros, haciendo planes para ese futuro que se aparecía ante sus ojos como casi infinito y que ha resultado ser más, mucho más corto de lo que nadie se hubiera atrevido a pensar.

No sé ustedes, pero yo no puedo entender nada. ¿Por qué tanta violencia? ¿Era necesario el ensañamiento? ¿Si alguien –que no sé si era el caso- tiene un comportamiento censurable en un local, los encargados de la seguridad del mismo no pueden ponerle en la calle y ya está, sin necesidad de tocarle? ¿Cómo puede un local acumular casi 50 sanciones sin que las autoridades municipales hagan nada al respecto? ¿Cómo es posible que la Policía Municipal haya solicitado hasta cinco veces su cierre, como se lee estos días en la prensa, sin que se les haya atendido? ¿No son ellos la autoridad? ¿O acaso nos dedicamos todos a hacer el paripé, a jugar a que cumplimos con nuestro trabajo, y nada más?

He leído que por la zona pasaba casualmente un juez que fue testigo de los hechos. Un testigo de oro, y cualificado, cuyo testimonio con toda seguridad evitará que los responsables se vayan de rositas. Como ha pasado otras tantas ocasiones. Pero al hilo de su intervención, se me ocurren más preguntas. ¿Cómo pueden los responsables de la seguridad de un establecimiento privado responder como dice el juez que lo hicieron cuando éste les requirió que dejaran al chaval?¿La Policía pasaba por allí en ese momento o acudió a requerimiento del juez? ¿Si en vez de un magistrado, les avisa de los hechos un ciudadano normal y corriente, hubieran acudido con la misma prontitud?

Álvaro debería seguir vivo ahora. Su muerte ha sido absurda, gratuita, terrible e injusta. Alguien le ha robado décadas de vida. ¿Cuántos álvaros más harán falta para que se tomen cartas en el asunto definitivamente, para que los padres no pasen la noche del fin de semana en blanco, esperando escuchar ese dulce sonido de la llave en la cerradura?
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