Cuando se pregunta a los españoles por la opinión que le merece actualmente la política los tres primeros resultados que se obtienen son los siguientes: rechazo, aburrimiento y hastío. Esto afirma la encuesta del CIS que se publicó ayer. Y tampoco era necesario que este Centro estatal efectuara varios miles de entrevistas para llegar a esa conclusión, de la que puede dar fe cualquier asiduo a la barra de un bar en la que se discute de todo, y no solo de fútbol; menos de política.
Lo vimos también el domingo pasado con la altísima abstención de los andaluces en el referéndum para aprobar el nuevo Estatuto de su Comunidad, un tema que ha consumido buena parte de la actividad de los políticos de la región durante los últimos tres años. Pero los políticos, erre que erre, siguen a lo suyo. Tres días después de lo de Andalucía se aprobó en el Congreso de los Diputados el nuevo Estatuto de las Islas Baleares, que tampoco interesa para nada a la gran mayoría de sus habitantes. En la misma jornada, el presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, anunció recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto andaluz por la cuestión de quien maneja la cuenca fluvial del Guadalquivir. Otra cuestión de nulo interés general.
Un repaso al barómetro del CIS del mes de enero, ese que sitúa al PSOE solo 1,9 puntos por encima del PP en intención de voto, arroja también el resultado de ese rechazo en grandes sectores de la población a la manera en que se están comportando nuestros políticos. El PSOE baja, pero el PP no sube; el presidente del Gobierno lleva nueve meses en un nivel de suspenso ante la opinión pública, pero Rajoy baja aún más que él. La mayoría de la gente cree que el Gobierno lo está haciendo mal, pero son muchísimos más los que piensan eso mismo de la oposición. Y si aumenta algún índice de confianza política es precisamente la de quienes sospechan que la situación política va a ir a peor. Una lección de la que debería tomar nota el Gobierno. Y también todos los grupos de la oposición, empezando por el PP.
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