Bermejo

El debut parlamentario del ciudadano Mariano Fernández Bermejo, flamante ministro de Justicia, ha sido espectacular. La salida en tropel de los diputados del Partido Popular -más que un sesión de control pareció una emboscada-, no amilanó al coriáceo abulense. La veteranía es un grado y destella con luz propia en la paidocracia de Zapatero. Los "hooligans" de los bancos de la derecha parece que no repararon en que atacar a quien se ha pasado media vida afilando el verbo en la mola de la Fiscalía, tiene sus riesgos. El riesgo de ir a por lana y salir -como le ocurrió al portavoz Zaplana-, con la carretilla de los ladrillos camino de 'Terra Mítica'. Lo del ex ministro Michavila fue peor. Lleva tres años como aquel que dice sin aparecer por el Congreso y sólo se le ocurre volver el día en el que debuta en la plaza el mismo que con  un par le llevó a los tribunales cuando el uno era fiscal sin encomienda y el otro nada menos que ministro de Justicia. Bermejo le bautizó como el "diputado ausente"; la estocada fue letal. Era el primer día y en semejante ocasión lo  normal es optar por lo que los modernos llamarían "bajo perfil".

El nuevo en el banco azul optó por lo contrario: compareció   sable en mano. Acostumbrados a las anfibologías presidenciales y a los retruécanos galaicos, el verbo duro pero bien aplomado del nuevo ministro restalló en la Cámara creando cierta sensación de impotencia entre los escaños de los populares. Tengo para mí que ha nacido una estrella y que si no se emborracha en la faena nos va a dar tardes parlamentarias de gloria porque, al margen del contenido del discurso -con el que se puede coincidir o discrepar-, lo cierto es que buen orador y eso, en este Parlamento de parlamentarios tantas veces párvulo a la hora de hablar sin papeles, es una gran novedad.