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Pecar por exceso

Pecar por exceso

lunes 01 de diciembre de 2008, 04:14h

Las primeras y  confusas noticias sobre los terribles actos terroristas en Bombay llegaron a los teléfonos móviles con el mensaje de que Esperanza Aguirre había sido objeto de un atentado del que había salido ilesa. Pude ser testigo de la sincera preocupación y el sentimiento de solidaridad que se produjo en las filas de quienes se consideran inequívocamente como sus adversarios políticos en Madrid. Nadie deseó otra cosa que no fuera movilizar cualquier recurso para  asegurar la  vida de la Presidenta y de todos los miembros de la delegación que ella pilotaba. Ni una sola voz formuló la más leve crítica al comportamiento de Esperanza Aguirre, e incluso se pospusieron legítimas reservas referidas al viaje promocional en sí que hacen referencia a la composición del grupo, los objetivos del viaje y los resultados alcanzados.

El debate sobre el comportamiento de la Presidenta, al abandonar India en el primer avión a su alcance, no ha nacido desde el campo de la oposición política sino desde un amplio sector de la sociedad y algunas voces de los medios de comunicación. Sin la emoción de los primeros momentos, en los que lo fundamental era felicitarse de que no se hubiera producido ningún daño personal, resulta comprensible analizar ya, desapasionadamente, algunos aspectos colaterales al suceso. Y parece quedar suficientemente claro que quien ha decidido utilizar la peripecia como un elemento más para su proyección mediática ha sido la señora Presidenta de la Comunidad, cuya primera preocupación fue convocar una rueda de prensa en la que exageró el cuidado por ofrecer una imagen que movilizara la sensibilidad hacia sus sufrimientos personales, poniendo en muy segundo plano el auténtico drama que dejaba a sus espaldas. Inmediatamente después realizó una agotadora gira por emisoras de radio y televisión, de la ha que salido con el convencimiento- así lo escuchó, sin escandalizarse- de que su “baraka” es solo comparable a la del Caudillo Franco.

Las dotes para la comunicación de Esperanza Aguirre son innegables, hasta el punto de que un humorista como Martín Morales publicara una viñeta en la que un ciudadano comenta a otro: “Qué suerte tiene Esperanza Aguirre: nadie le pregunta ¿por qué no se quedó en Bombay hasta que esté libre el último español retenido?”. Al final, la pregunta se le ha formulado, con timidez, en algún foro digital, y está dando lugar a enfrentamientos no siempre rigurosos ni modélicos. No han sido dirigentes políticos-con todo el derecho a hacerlo, naturalmente- quienes han abierto la polémica cuestionando la decisión adoptada por la Presidenta de la Comunidad, sino la propia sociedad. Y no se puede tachar de mezquina o desdeñable la crítica política cuando es la propia protagonista del hecho cuestionado quien sobreactúa con descaro.

Para alegría de todos- y mi desprecio para quien piense de otra forma-doña Esperanza Aguirre ha  salido, sin otros daños que la pérdida de su calzado, de una gravísima eclosión del terrorismo que ha causado la muerte de centenares de personas con menos “baraka”. Ahora puede ser el momento de que, sin complejos de ser tachados como “miserables”, los representantes políticos soliciten información sobre algunos detalles no suficientemente esclarecidos. Por ejemplo: el servicio de seguridad que acompañaba a la Presidenta, si es que contaba con él. O la cobertura diplomática del viaje, si es que se había solicitado previamente. O la composición de la delegación madrileña. O la cobertura de prensa. O el coste del viaje y su cuenta de resultados. Son preguntas que están en la calle y que deberían tener respuesta en sede parlamentaria.

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