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Afganistán

Afganistán

sábado 24 de febrero de 2007, 14:40h

   Afganistán es estado sólo en nuestro deseo colectivo que no es capaz de asimilar que este enclave de caminos es un bastión inexpugnable de tribus y señores de la guerra que han hecho del opio su propia sangre. Afganistán sufre el síndrome de Irak en todas sus dimensiones: los esfuerzos que se tenían que haber hecho para barrer a los talibanes de este rincón del mundo se han desplazado a la inútil y dramática guerra de Irak de la que ésta se ha constituido en un segundo frente también interminable. Empieza a instalarse la idea de que la guerra de Afganistán también está perdida porque esa puerta de Pakistán es un entramado de montañas en donde no hay tropas que consigan pacificar la situación y donde el desprestigio del gobierno corrupto invita a todo tipo de insurrecciones. Cada año llegan las nieves y el mundo se termina en espera de que el deshielo establezca las próximas batallas en donde Kabul es sólo un punto en el mapa de una realidad incontrolable.

   Ahora, con la recepción de los restos mortales de la soldado española Ídoia Rodríguez Buján se han despertado las terminales nerviosas de la sociedad española hacia ese rincón del mundo donde la primavera anuncia más muertes y desolación. Este impulso de dolor va a determinar el análisis de nuestra situación militar en Afganistán donde los mandos militares consideran que hay que aumentar nuestros efectivos para poder cumplir las misiones encomendadas y conseguir una mejor protección de nuestras tropas.

   El Gobierno tiene la obligación de explicar con precisión la situación actual y elaborar una propuesta nítida en el Parlamento que evite una política de hechos consumados sin rumbo fijo. En primer lugar, España tiene compromisos internacionales que hay que tener en cuenta para adoptar cualquier resolución. Además, el Gobierno no puede actuar en este caso con la sombra de Irak porque son dos realidades y legitimidades completamente distintas. En periodo electoral, la tentación del Ejecutivo puede ser alargar el prestigio de la retirada de los soldados españoles de Irak para buscar esa sombra protectora en un escenario de guerra que está justificado por la legalidad internacional y por el consenso de los países con los que estamos implicados en nuestra política.

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