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De la exclusión a la inclusión en la educación

De la exclusión a la inclusión en la educación

lunes 26 de febrero de 2007, 05:33h

Hace unos  días en Argentina más de dos mil docentes de enseñanza católica de toda América trabajaron en el marco del Congreso Interamericano de Educación Católica sobre la necesidad de encontrar un paradigma inclusivo que promueva la comunión desde las diferencias.

Durante cinco días con el concurso y el aporte de funcionarios oficiales y religiosos responsables de distintos organismos de gestión nacionales e internacionales  se concensuó que la escuela es un espacio privilegiado para concretar ese anhelo de “crear humanidad en medio de tanta inhumanidad”, de desarrollar vínculos sanos y fraternos a partir del intercambio, pero que como tal tiene la obligación de crear una identidad de unión que sea base y motor de la justicia que lleva a la paz y la armonía en una sociedad

            El diagnóstico de una América donde las situaciones políticas han llevado a que lo social y cultural tenga lados deplorables, hace que se necesiten  políticas de estado amplias y realistas que deben implementarse paralela y conjuntamente con las políticas del sistema educativo. La escuela por sí sola no moverá algunas montañas.

El camino para lograr el Bien Común pasa por la justicia social y la educación es parte del Bien Común, lo que se puede constatar fácilmente mirando la historia de los últimos tiempos es que las políticas de los gobiernos siguen sin poder instaurar órdenes sociales justos, ninguno de los países  participantes está exento de corrupción, sobornos, desigualdad y crisis de los valores. Por lo tanto el Bien Común pareciera ser una utopía.

        En pos de la construcción del Bien común desde la cosmovisión cristiana, los obispos de la Comisión Episcopal de Educación de Argentina emitieron un documento relacionado con la Ley de educación que se promulgara hace poco. En él califican de “loables” muchas de las iniciativas que se sancionaron, pero objetaron  los párrafos referidos a la “ideología del género”, la enseñanza obligatoria de la planificación familiar, la no equidad en la subsidiariedad del Estado a la enseñanza de gestión privada, y la no consideración de algunos temas que hacen al funcionamiento de los establecimientos.

         Próximo al cierre el pedagogo italiano F. Tonnucci, con su propuesta de la “Ciudad de los niños” y su revalorización de la escucha de los  pequeños como “profetas” de este tiempo, invitó a aunar esfuerzos para a través del respeto y la educación, construir un mejor modelo de sociedad que el que tenemos

          La realidad nos muestra que la sociedad argentina golpeada por años de represión y silencio,  y después por el desenfreno de la corrupción, ve desanimada los cambios que desde el Estado se producen en las políticas educativas. El ciudadano medio no cree que planes diferentes, más o menos federalización, o nuevos funcionarios,  puedan elevar el alicaído sistema educativo a mejores logros. Sin embargo sigue confiando en que la “escuela” cumple un rol importante, creíble y positivo en el desarrollo integral de las personas.

         Hay muchos docentes pobremente formados que se consideran un asalariado más haciendo lo que les sale  por una remuneración. Para esperanza y concreción de algunas de las propuestas  para una “América integrada por la educación”(sub-lema del congreso), hay muchos que cumplen con su trabajo apasionadamente, fundiendo vocación y servicio en pos de la construcción de sociedades justas. 

         Hoy coexisten: antiguas campanas, modernos timbres electrónicos y gestos y gritos; todos siguen llamando a las aulas. Harán falta precisiones sobre atribuciones y funcionamiento de las instituciones educativas, seguiremos confrontando por los contenidos que se agregan o los que se omiten, los presupuestos se incrementarán o languidecerán según la conveniencia ajena, pero algo es indiscutible: hay que trabajar el tema del Amor en la escuela, aunque suene “light” pareciera ser la opción para cimentar la aceptación del “otro” tal como es y por ende fomentar la justicia, solo podremos vivir paradigmas de inclusión si aceptamos que el hombre es mejor hombre cuando sabe amar y para eso hay que
enseñarle primero: que es ser amado, algo tan simple y tan complejo a la vez

         Esperemos que sigamos teniendo muchos de esos MAESTROS con mayúscula, esos que anuncian y denuncian, ejerciendo un profetismo que se juega por la dignidad de las personas y vive coherentemente su opción por los pobres y desvalidos del sistema, sin hacer distinciones; pues ellos y sólo ellos podrán hacer realidad el camino de la exclusión a la inclusión

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