Como México no hay dos, dicen los mexicanos. Y debe ser cierto, solo que ahora el país es toda una zona de guerra. Los titulares y las noticias en los medios hablan de ejecuciones, decapitaciones, mensajes crípticos y docenas de personas asesinadas día tras día.
Solo en lo que va de 2008 han muerto violentamente no menos de 5 mil personas, es decir el doble de los caídos en Irak en cinco años de conflicto.
La población vive aterrorizada debido a la disputa entre los cárteles que buscan controlar las rutas del trasiego de droga hacia Estados Unidos. El asunto parece ser peor que en la Colombia de Pablo Escobar, cuando el narcotráfico imponía su ley.
Y al igual que allí, la batalla contra los ‘capos’ no es nada fácil. Los narcos están siempre mejor equipados que las autoridades, tienen conexiones por todo lo alto y cuando uno cae, hay siempre otro esperando para tomar su lugar.
El problema es que las operaciones no funcionan porque el gobierno está atrapado en la paradoja de la acción penal: mientras más fuerza imprima a la guerra contra el narco, los grupos criminales responderán con mayor violencia, como está ocurriendo, a tal grado que el Estado ya no puede garantizar vidas ni patrimonios.
Hay quienes sostienen que el gobierno de Felipe Calderón está empujando al país hacia una crisis de ingobernabilidad similar a la que padece Afganistán. Lamentablemente, ya hay muchos territorios afganizados. Y lo peor es que no hay solución a la vista. Mientras tanto, la sangre sigue corriendo.
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