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Año de penitencia

viernes 02 de enero de 2009, 14:17h
   En el mundo de las finanzas el año da sus primeros pasos con ropajes de penitente. El pánico provocado por el tsunami financiero  cede paso  a la perplejidad ante el fallo de todos los sistemas de control ideados para avisar sobre la crisis. ¿Cómo es posible que nadie viera venir la tormenta? Miles de millones invertidos en auditorias y el resultado fue el que conocemos: el mayor desastre financiero desde los tiempos de las Gran Depresión.

   Sólo Georges Soros podría presumir de tener carné de profeta -él advirtió sobre la crisis que se preparaba- pero con su fama de lobo  especulador era un imposible pensar que su palabra sería escuchada por las ovejas a las que en tantas ocasiones había esquilado. Ahora, tras la tormenta, cuando se procede al recuento de los restos del naufragio se escuchan voces que explican el por qué de tanta ceguera. Ronald Stern, consejero delegado de la consultora 'Stern Internacional' tiene claro el origen del problema: "Los directivos -dice en una entrevista que publica 'El Economista'- siguen saqueando sus empresas sin aportar valor. Sólo hablan de números, no entienden de ilusión ni de proyectos.

   "Los tres grandes de Detroit (responsables de Ford, Chrysler y General Motors) fueron a Washington en su 'jet' privado para pedir dinero. ¿Cómo es posible que actúen así en lugar de presentar su dimisión? -se pregunta Stern. No tienen decencia, eso es lo que está ocurriendo", concluye. Decencia, es pues la palabra clave para entender cuál es el camino que conduce a un cambio en las pautas gerenciales de las grandes corporaciones financieras e industriales que han sobrevivido al tsunami gracias a las ayudas estatales.

   Decencia para moderar la codicia. Los grandes de la banca, la industria y las finanzas ¿han tomado nota de los desastres que apareja la codicia, o, así que pasen los efectos del terremoto los lobos que ponen una vela a Adam Smith y dos al Becerro de Oro volverán a las andadas? El tiempo dirá sí han aprendido la lección. De lo que no hay duda es de que el año que estrenamos será año de penitencia.

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