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Venezuela y el conflicto del Medio Oriente

Venezuela y el conflicto del Medio Oriente

miércoles 14 de enero de 2009, 16:34h

Durante mucho tiempo tuve el privilegio de representar a Venezuela en la entonces Comisión Política Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la cual se ventilaba el problema de los refugiados de Palestina.

Tradicionalmente Venezuela mantuvo frente al conflicto del Medio Oriente, y más particularmente en relación con el problema israelo-palestino, una posición seria, responsable y constructiva que se caracterizó por reconocer la necesidad de encontrar una solución que tuviera debidamente en cuenta el respeto de los derechos de las dos partes involucradas. Por un lado los derechos de la población palestina desplazada de sus hogares a raíz de la creación del Estado de Israel. Por el otro lado el derecho de Israel a existir como Estado independiente y soberano. Esa posición equidistante se mantuvo invariable a pesar de las presiones que cada año ejercían tanto el gobierno de Israel para lograr que nuestro país cambiara de posición y asumiera una actitud más favorable a su causa, como algunos gobiernos árabes y la propia OLP de Jasir Arafat para procurar el mismo resultado.

Tratándose de un tema tan complejo, en el cual entran en juego tantos y diversos factores de toda índole, políticos, económicos, religiosos y, en nuestro caso, intereses directos por nuestros vínculos con países musulmanes, particularmente con nuestros socios en la OPEP, pero también con Israel, país con el cual nuestras relaciones han sido siempre de amistad y cooperación constructiva, y, además, un problema en el cual cada lado tiene razón pero también tiene culpa, aquella posición de equidistancia fue sin lugar a dudas la más acertada. Así fue reconocido internacionalmente, incluso por las partes involucradas, y nacionalmente, en nuestro país, donde conviven pacífica y armoniosamente numerosos compatriotas judíos y musulmanes

Desde junio del 2007, cuando el sector extremista y fanático palestino aglutinado bajo el Grupo Hamas, dio el golpe contra el sector moderado de Al Fatah y ocupó la faja de Gaza, el conflicto israelo-palestino cambió totalmente de naturaleza. A partir de ese momento dejó de ser la lucha justificada de un pueblo desplazado por alcanzar su condición de Estado, línea que ha continuado manteniendo la Autoridad Nacional Palestina bajo la presidencia de Mahmud Abbas, para convertirse en una campaña del Grupo Hamas que sólo persigue la destrucción, la eliminación total del Estado de Israel.
El conflicto se ha transformado en una confrontación irracional entre, de un lado una organización terrorista, fanática, que no tiene interés en la solución pacífica del conflicto y no le importa exponer, o incluso sacrificar a su propia gente para alcanzar el objetivo de borrar a Israel de la faz de la tierra, y del otro lado un país que sólo busca preservar su integridad y su supervivencia como Estado independiente y al mismo tiempo proteger a su población de las acciones criminales de Hamas.

Hemos visto cómo la resolución recién aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que recoge la propuesta franco-egipcia para un cese el fuego, ha sido acogida casi unánimemente por la comunidad internacional, incluida la Autoridad Nacional Palestina porque, si se aplica plenamente, puede ofrecer la vía para que Israel detenga la operación militar que actualmente desarrolla en Gaza y, eventualmente, abrir el camino para facilitar la convivencia entre palestinos e israelíes e impulsar el proceso de paz iniciado en 1993 con los acuerdos de Oslo suscritos por Jasir Arafat e Isaac Rabin. Hamas, cuya constitución rechaza cualquier solución que no sea la aniquilación de Israel, rehúsa aceptar los términos de la resolución.

Resulta a todas luces lamentable que el teniente coronel presidente pretenda involucrar innecesariamente a nuestro país en el conflicto israelo-palestino al solidarizarse con Gaza y tomar abiertamente partido a favor de lak organización terrorista Hamas.

Dando rienda a su soberbia e irracionalidad, al tiempo que afirmaba que el primer ministro de Israel debería ser juzgado en el Tribunal Penal Internacional, el teniente coronel presidente dispuso la expulsión de Embajador de Israel y de varios integrantes de la misión diplomática de ese país en Venezuela. Revelando una vez más el cinismo y la hipocresía que predomina en el comportamiento internacional del régimen, el comunicado de la Cancillería afirma que esa medida constituye una reafirmación de la "vocación de paz" de este gobierno "y la exigencia de respeto al derecho internacional" cuando en realidad lo que evidencia es, una vez mas, irrespeto y desdeño a las normas que rigen la conducción de las relaciones diplomáticas entre los países civilizados consagradas en la Convención de Viena.

Para el momento en que escribo este artículo el gobierno de Israel no había decidido cómo reaccionar ante ese atropello. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí afirmó el miércoles pasado que su gobierno no había tomado una decisión al respecto pero que era muy probable que reaccionaría de la misma manera, es decir que aplicaría la reciprocidad, que es lo que normalmente procede en estos casos.

"El comportamiento brutal del presidente Chávez no honra ni a su país ni al pueblo amigo de Venezuela, con quien mantenemos y queremos mantener siempre una relación de amistad. Quien se alía con integristas y extremistas no honra ni a su país ni a su pueblo" dijo en esa ocasión el portavoz de la Cancillería de Tel Aviv.

Según una información de prensa (El Nacional, 10-01-09, Pág. 12) el gobierno venezolano le habría pedido al de Israel que no cierre su Embajada en Caracas y que mantenga las relaciones al nivel de encargado de negocios. ¿Significa esto que después de matar el tigre el teniente coronel presidente le tiene miedo al cuero? ¿Se persigue con esto abortar la reciprocidad? ¿No revela esa petición, una vez más, la improvisación y la incoherencia con la cual se manejan las relaciones internacionales?

Fe de errata: En mi artículo de la semana pasada, titulado El Altar de la Patria ultrajado, erróneamente atribuí a Antonio Leocadio Guzmán el decreto creando el Panteón Nacional. El decreto fue dictado por Antonio Guzmán Blanco. Ofrezco mis disculpas a mis lectores por el error.

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