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Va de vendavales

sábado 24 de enero de 2009, 18:28h
   La noche del viernes al sábado fue para muchos ciudadanos una noche de miedo. La naturaleza, en algunas zonas de España, se encabritó en forma de huracán y el mar desfogó su fuerza con olas inmensas. En esta ocasión, y así hay que reconocerlo, las autoridades de la cornisa cantábrica -la zona más amenazada- han reaccionado bien, tomando las cautelas necesarias y realizando la imprescindible labor de concienciar a los ciudadanos del peligro que suponía no tomarse en serio las malas pasadas que puede jugar la naturaleza, cuando ésta pierde la calma que tanto nos gusta. Fue una noche de vendavales.

   Estos vendavales coincidieron con ese otro vendaval, ya ciclón, que nos deparó la EPA. El vendaval, el ciclón del paro, asola España. En tres meses 600.000 personas perdieron su empleo y ahora ya hay más de 800.000 familias en las que ninguno de sus miembros tiene trabajo. En un ataque de realismo, del que ha carecido hasta el momento, el Ejecutivo vaticina que los datos del primer trimestre de este 2009 van a ser "muy malos".

   Afirmar que el Gobierno no ha hecho nada no se ajusta a la realidad; pero la realidad indica que no ha hecho lo suficiente y que, en todo caso, buena parte de lo que ha hecho ha resultado ineficaz. Basar el discurso, como se hace, en la protección social y en el no recorte de derechos, para a continuación identificar al PP como un partido de negreros, es, a estas alturas, hacerse trampas en el solitario.

   Confiar en que Obama nos sacará del atolladero es colocar al Presidente de EE.UU una mochila cuyo peso, en todo caso, debe ser compartido. Es verdad que Europa, que América, que el mundo en general está en crisis y para esa crisis global, que es sustancialmente financiera, hay que ir a soluciones, a códigos globales; pero aquí, en nuestro país, tenemos nuestra particular crisis que se acelera en su vertiente más dramática y esto no ocurre en ningún otro país de la UE. No admitir que somos menos fuertes de lo que se nos dijo, no asumir nuestra vulnerabilidad, es perderse en el bosque de las palabras.

   El ciclón del paro puede traer un vendaval social. Cuando la angustia se hace colectiva, es muy difícil liderar el sosiego que no existe. El Gobierno se ha negado en rotundo a tomar decisiones "antipáticas", que en toda situación difícil son siempre necesarias. Antipático es decir a la familia que se acabaron las compras no imprescindibles y antipático es tener que acudir al quirófano para curar una dolencia.

   En esta vida hay muchas decisiones tan antipáticas como necesarias. Pero el Gobierno se niega a ser el padre que diga a sus hijos que hasta aquí hemos llegado, o el médico que tiene que coger el bisturí para afrontar una intervención de riesgo. Y se pierde en previsiones que no se cumplen, en porcentajes que no se ven por ningún sitio y en vender un optimismo en el que ni ellos mismos creen. Llegaremos a los cuatro millones de parados. Muchos de ellos, en breve, ya no cobrarán subsidio alguno y muchos más ven cómo con el paso de los meses, la cantidad que reciben se ve disminuida. Esto se resolverá a base de deuda pública, y así seguiremos.

   En los próximos días el Presidente se va a reunir con los responsables de las entidades financieras para pedirles que den créditos, pero éstos le van a explicar que si no los dan es porque no se piden, porque la gente que tiene un cierto margen económico tiene miedo y otros sólo tienen miedo.

   No sería justo pedir milagros, pero quizás ha llegado el momento de la humildad y el Gobierno ha carecido de ella hasta extremos inenarrables. Pide unidad, pero partiendo de la base de que sólo sus recetas son las válidas. Habla de diálogo social y ni está ni se le espera. Encantados de haberse conocido, la culpa es de los "neocon". ¿Es posible que en esta coyuntura todos tengan responsabilidad menos los responsables del Gobierno? El Ejecutivo debe atarse los machos y no consolarse con saber que en valoración ciudadana el Presidente supera al líder de la oposición. Demasiada frivolidad.

   Como los vendavales van por barrios, el PP vive el suyo particular derivado de la supuesta trama de espionaje de todos sobre todos. En los libros de teoría política esto se llama "canibalismo político". Leire Pajin, desde Ciudad Real, pidió ayer, con un punto incluso de dramatismo, que ellos los socialistas van a pedir total transparencia y, en Madrid, los pesos pesados del PP se reunían en el llamado "Foro Abierto", en donde, como resurgidos de sus cenizas, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón contribuyeron, con absoluta corrección política y con dos buenos discursos, a crear un clima de unidad e incluso de un cierto entusiasmo del que los populares están especialmente necesitados.

   Si no quieren tirarse todos por el barranco, y hay que suponer que no lo desean, este es el típico momento en el que el PP debe desplegar toda su inteligencia en que este asunto, aún por esclarecer, les haga el mínimo daño. Si se enzarzan entre ellos, si se lanzan sospechas mutuas, si renuncian a saber la verdad, habrán perdido todos.

   El periodo electoral está abierto, pero sobre todo lo que está abierto, por una crisis sin precedentes, es el país; y hoy España necesita que el Gobierno acierte y la Oposición no se desmorone. Más de tres millones de ciudadanos demandan acierto, y todo iría mejor si las dos grandes fuerzas políticas fueran capaces de sintetizar recetas y soluciones. De momento, el PSOE ha optado por caminar en solitario y el PP por perderse en vendavales que no derriban muros pero que si hacen temblar macetas. ¡Ya vale!
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