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La Robolución

La Robolución

sábado 14 de febrero de 2009, 00:32h

Por su pertinencia, comienzo con la siguiente transcripción: “Puesto que sus hermanos se enriquecen con contratos públicos y él lo permite, también el presidente debe de ser un ladrón. O sea, no afirmo que lo sea, aunque parece que lo creo. Y por parecer creer no hay difamación, ¿o sí, doctor?”

Adviértase que se usa debe de, en cambio debe a secas “significa que se tiene que, como cuando digo: ‘la ley debe castigar el delito’. ¡Pero cuál ley, cuál delito! Delito mío por haber nacido y no andar instalado en el gobierno robando en vez de hablando”.

Dicho texto se encuentra en la novela La Virgen de los Sicarios, de Fernando vallejo. ¡Y vaya que de hermanos y de sicarios nos hemos ido enterando!, ¿no ve, hermano Evo? No me venga ahora con eso de “proceso de cambio” o de “revolución”. Aquello se reduce a “te doy un millón, me das cien mil de cambio” –o, para el caso concreto, “te doy 86 millones, me das 8 millones seiscientos mil de cambio”- y ésta no es más de lo que fue desde el comienzo, una robolución.

Ya lo había dicho durante mi exposición en el foro de la Asociación Boliviana de Ciencia Política el 12 de noviembre de 2008 (parcialmente reproducida en Tiempo Político) ante un auditorio con predominio de masistas que no habían ido necesariamente a escucharme, sino a aplaudir al diputado César navarro, otro de los ponentes. Lo menciono porque una cosa es escribirlo y otra decírselo en sus propias caras: “Ahora que se habla del gobierno de los ‘movimientos sociales’ (o en nombre de ellos), ¿ha desaparecido la corrupción? Tengo fundadas sospechas de que tal cosa no ha sucedido”. Por el contrario, parece haber aumentado.

Lo terrible es que para que uno solo de los casos se muestre en toda su mafiosa magnitud hubiera tenido que producirse un hecho de sangre. De no haberlo hecho, los ladrones de YPFB seguirían disfrutando de la buena vida y la poca vergüenza, que es como parece que en el gobierno se entiende el suma tamaña, del cual solo aplican las dos últimas sílabas.

¿Sirve el MAS al pueblo? Más bien se sirve de él. Entonces, ¿a quién sirve? A Dios, tampoco –a la Biblia la estrellaron contra un calefón, diría Santos (Santos Discépolo, por si acaso)-.

Los capos del instrumento político y sus redes de latrocinio sirven a Mammón, término bíblico que, según Juan Leita, se refiere a todos aquellos poderes fácticos y reales de este mundo que acaparan riqueza para su propio provecho. Tales poderes, dice, no son abstractos, sino que son regidos y controlados por individuos concretos. Luego, el discurso masista es una verdadera mammada; los mammones, entre los que debe de estar el Presidente, solo instrumentalizan a sus seguidores para darse la gran vida.

Se me ocurre que el próximo capítulo de esta historia podría llamarse “El ABC de la Corrupción”. Incluso podría ser declara como texto oficial; pero para que esto acontezca tendrá que correr más sangre. Se necesitará más tinta roja.

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