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Joaquín Hernández Alvarado

Sufragio efectivo, no reelección

Sufragio efectivo, no reelección

jueves 19 de febrero de 2009, 23:55h

Joaquín Hernández Alvarado

 

Sufragio efectivo, no reelección

 

17-02-2009  ¿Qué implicaciones tiene la victoria del domingo pasado del presidente Chávez al obtener con el 54,36% de votos a su favor, la posibilidad de presentarse hasta su muerte a elecciones y de ser reelegido indefinidamente? Ciertamente, para sus partidarios nacionales y regionales, la confirmación de que la revolución bolivariana avanza a paso de carga, legitimada en las urnas por un porcentaje significativo de ciudadanos y un ejemplo a ser imitado por todos los gobiernos simpatizantes de la misma: no en balde el primero en felicitarlo ha sido su "padrino" Fidel Castro. Para el presidente Chávez una carta de autoridad frente a los demás gobiernos, empezando por Washington, la Unión Europea, Brasil, Chile, México y demás países ubicados entre la neutralidad o la distancia. De acuerdo a declaraciones del presidente venezolano, su permanencia en Miraflores podría ser, si gana las elecciones del 2012 hasta el 2019.

 

Quedarse sin embargo con esta explicación no da cuenta de la complejidad de lo sucedido. La reelección indefinida es el retorno -vía elecciones- al pasado. Los grandes dictadores latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX se reelegían continuamente para dar un viso de legitimidad a su poder dictatorial. La excepción notable a la regla fue el PRI en México donde cada sexenio, a partir de la institucionalización de la Revolución, el partido en el gobierno ganaba pero siempre con un nuevo presidente que traía otros cuadros de ministros, altos funcionarios y legiones de burócratas que accedían al poder por lo que el país, en definitiva, no quedaba supeditado al rostro de un individuo ni a sus gustos y manera de ser.

 

En las últimas décadas del siglo XX en cambio, con la consolidación de la democrática en la mayoría de los países latinoamericanos, la única excepción en la búsqueda de la perpetuidad en el poder fue la del general Augusto Pinochet en Chile que trató de mantenerse hasta el final tratando de emular a Franco que gobernó más de tres décadas a España hasta su muerte.

 

El presidente Chávez ha ganado legítimamente, de acuerdo a las informaciones de que se dispone, después de haber empleado a fondo la maquinaria estatal y todos los mecanismos de persuasión de que dispone el poder, pero un porcentaje alto de ciudadanos no están de acuerdo con su reelección indefinida: un poco más de cinco millones que votaron por el no.

 

Las preguntas son muchas. ¿Va a intentarse un equilibrio con las fuerzas de oposición o se seguirá manteniendo la división y el exacerbamiento de la lucha entre partidarios y no partidarios? ¿El triunfo va a ser pretexto para seguir hostigando a la prensa, a los gobiernos locales y sobre todo a los grupos de ciudadanos que no están de acuerdo con sus políticas ¿Enfrentará las grandes tareas del desarrollo de Venezuela o mantendrá la política de asistencialismo que como se ve, tiene sus ventajas? ¿Regionalmente, podrá conciliar sus sueños de líder sudamericano con la realidad de sus ingresos y la debilidad congénita de las exportaciones venezolanas? Si sigue en lo mismo, habrá una democracia de nombre y a mediano plazo el final de todos los caudillos latinoamericanos.

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