Un año se cumplió esta semana de la salida de la presidencia de Cuba, del líder comunista Fidel Castro. No obstante, el anciano comandante hace sentir su voz en artículos de prensa y su influencia en el gobierno de su hermano Raúl, vigilando con celo el rumbo de su revolución.
Figura protagónica del siglo XX, querido por unos y despreciado por otros, Fidel enfermó en julio de 2006 y, sin poder recuperarse, decidió hacer pública su renuncia a la reelección el 19 de febrero de 2008, poniendo fin a una era de casi medio siglo marcada por su fuerte liderazgo, bajo la cual nació el 70% de los 11 millones de cubanos.
Recluido en un sitio secreto, como todo en Cuba, el ex gobernante, convalece de su padecimiento -tampoco revelado.
El Gobierno y los medios informativos cubanos, todos oficiales, por supuesto, guardaron un absoluto silencio sobre el aniversario, como para demostrar –una vez más- que hay muchas cosas en Cuba de las que no se puede hablar.
Mientras tanto, Raúl Castro ha comenzado a reestructurar su gobierno al nombrar a influyentes dirigentes militares y políticos de su confianza como vicepresidentes, en busca de agilizar el aparato burocrático, y reforzar el poder de la vieja guardia comunista.
De paso, en las últimas seis semanas, han pasado por la isla cinco mandatarios de la región.
¿Es una muestra lo anterior de que las cosas serán pronto diferentes? No, la historia enseña que un Gobierno donde todo se oculta (como empezamos a verlo también aquí) no puede cambiar sino es para mal.
Si (
No(
