Esperpento en sede parlamentaria

La primera recta de la famosa comisión de los espías, (que ha tardado más en ponerse en marcha que un tren de mercancías), deja unas imágenes para el olvido inmediato. Si hubiera pastillas que borraran los malos momentos se recomienda que sean regaladas a la salida de la Asamblea de Madrid. Por ahora, y hasta que alguien no demuestre lo contrario, queda evidente que el equipo de Gallardón está más lejos del equipo de Aguirre que éste de los consejeros de Joaquín Leguina. Viéndolo en la tribuna de comparecientes Virgilio Cano hasta parecía un señor de derechas.

Pedro Calvo en vez de aclarar sí hubo un equipo de policías heredado de la época anterior, lo que dejó dicho es que para espías los que trabajan ahora, y de paso cuestionó la autoridad de la comisión. Momento sublime del cainismo madrileño que luego tuvo que torear David Pérez en los pasillos de la Asamblea, (por cierto urge un biombo o muro de pladur para evitar que las cámaras de televisión recojan imágenes sublimes de los que acuden al servicio para aliviarse).

La oposición se enfanga en unas preguntas numerosas que provocan hilaridad en los interrogados y que en caso de ser respondidas en su totalidad llevarían a varios meses de respuestas. No estaría mal que la oposición aportara alguna prueba documental que animara el debate puesto que la simple sospecha no es delito, ni puede tenerse como tal. Y, en cuanto a las sospechas, se han escuchado barbaridades tan grandes como la sede del KGB. Para resultar creíble hay que huir de las situaciones confusas porque ésas siempre benefician al que ejerce el mando. Decía Willy Wilder que la diferencia entre una tragedia y una comedia era repetir varias veces la misma situación de pánico, algo que provoca la hilaridad del público.

Los días que quedan prometen otras secuencias parecidas para el esperpento. Estos “idus de marzo” bajan bastante espesos. De momento no hay espías pero sí un mal rollito evidente.