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Sí, yo también opino sobre el 11-M

martes 10 de marzo de 2009, 01:37h
Siempre he tenido la impresión de que los hitos históricos carecen de una verdadera explicación en profundidad: quedan cabos sueltos, que, por cierto, suelen ser los más interesantes y/o los más importantes. Así sucede con esa jornada de luto que ocurrió hace ahora cinco años, la matanza terrorista del 11 de marzo de 2004. Ahora, algún abogado oportunista y algunos columnistas alineados afilan sus plumas y micrófonos en libros, artículos y comentarios en ciertas radios en busca de un mismo resultado: reavivar, ahora que estamos de aniversario, la tesis del complot, hablar de una trama en la que habrían participado policías, algún juez y algunos políticos con un único objetivo, deponer al gobierno del PP, haciéndole perder las elecciones, para que ganasen los socialistas.

Nunca he sido partícipe de esa idea de la trama -cuán aficionados son algunos comentaristas y otros en los ‘aparatos’ de los partidos a fomentar las tesis de la conspiración sobre casi cualquier tema-. Ni pienso que los jueces que instruyen como no nos gusta sean necesariamente prevaricadores ni me parece justo afirmar que la policía no ha encontrado respuesta a todas las interrogantes porque no le da la gana hacerlo. Y sí creo, en cambio, que las elecciones de 2004 las perdió el PP por la pésima gestión que el propio José María Aznar hizo de aquella crisis: decir, como se dijo y se dice, que el vuelco electoral se produjo porque dos mil personas se congregaron el día de reflexión, no sé si convocados o no por los socialistas (eso hay que demostrarlo), ante la sede del PP, me ha parecido siempre, siento decirlo así, una solemne tontería.

Claro que quedan bastantes incógnitas sobre la planificación y la autoría de esa matanza, como quedan acerca del intento de golpe del 23 de febrero de 1981 o sobre la muerte de Kennedy, si vamos al caso. Ya digo que esos grandes acontecimientos plantean casi siempre numerosas preguntas que quedan sin contestación. A mí, reconozco que la sentencia del juicio que presidió el magistrado Gómez Bermúdez no me satisfizo las curiosidades y lagunas sobre quién planteó, ideó y ejecutó aquella jornada luctuosa. No estoy seguro de que los más culpables se hallen entre rejas. Y sí estoy seguro de que el plan se ideó en mentes que desconocemos.

Y por supuesto que, personalmente, doy la bienvenida a todas las investigaciones de historiadores, periodistas, abogados o aficionados espontáneos que quieran aportar luz a las actuales tinieblas. No sería yo, en cambio, tan hospitalario con quienes, desde una intención que parece rayana con el desprecio del sistema, se inventan complicidades políticas, judiciales o policiales con quienes provocaron casi doscientas muertes y tanto dolor, en una jornada, la de aquel 11 de marzo, que ni yo ni cualquier persona de bien podrá jamás olvidar. ¿Cómo absolver entonces a quienes tratan de lucrarse de aquellas muertes con obras oportunistas, con falsas explicaciones, que sirven a fines ideológicos muy concretos?
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