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Europa, menospreciada

Europa, menospreciada

sábado 02 de mayo de 2009, 11:05h

Los enjuagues en la confección de las listas para el Parlamento Europeo evidencian el poco respeto de los partidos políticos a las instituciones comunitarias.

   El PSOE coloca en aquéllas a la defenestrada Magdalena Álvarez, desvía hacia Bruselas la concejal ilicitana Mari Ángeles Avilés, enfrentada a su alcalde, Alejandro Soler, y aparca allí a Ramón Jáuregui, para que no haga sombra al nuevo lehendakari, Patxi López.

   En el PP pasa tres cuartos de lo mismo. Y, si en vez de 50 diputados, a España le correspondiesen 200, los partidos estarían encantados ante su mayor margen de componenda y de agradecimiento de favores. Si eso ocurre en nuestro país, segundo de la UE en extensión y quinto en número de habitantes, ¿qué no sucederá en naciones más pequeñas y con menor tradición democrática?

    España, no lo olvidemos, ha sido hasta ahora el miembro de la UE más beneficiado por su pertenencia a las instituciones europeas. No menos del 1 por ciento de nuestro PIB en los últimos años se lo debemos a las aportaciones comunitarias. Claro que España, también, se ha implicado en la UE como el que más, aportando desde su incorporación más presidentes que nadie a su Parlamento —Enrique Barón, José María Gil-Robles y Josep Borrell— y asumiendo la representatividad institucional en la persona de Javier Solana. Casi nada.

     A pesar de todo eso y de que el 75 por ciento de nuestra vida cotidiana se reglamenta ya desde Bruselas, los europeos somos cada vez más descreídos respecto a una organización de 27 naciones, con 23 lenguas oficiales distintas, que hemos dejado en manos de 34.000 funcionarios y cuya influencia entre bastidores se disputan 268 oficinas regionales de los diferentes países.

     No es de extrañar, en consecuencia, que sólo el 34 por ciento de los ciudadanos se manifieste dispuesto a votar en las elecciones del mes que viene —en España nos quedamos en un ridículo 27 por ciento— y que se pitorree de la UE hasta David Cerny, el artista checo autor del gigantesco y despectivo mural que decora la entrada del Consejo Europeo hasta el día 10 de este mes.

    Entramos ahora en una campaña electoral que, por primera vez y ante la creciente desafección europea, va a ser común para los 500 millones de habitantes de nuestro espacio comunitario. Claro que al final, pasado el efecto más o menos catártico de la consulta, los Gobiernos seguirán usando la UE como instrumento de sus intereses, incluyendo la residencia rotatoria de la Unión, que dentro de ocho meses corresponderá a un Rodríguez Zapatero ansioso porque coincida con una posible recuperación económica que le permita afianzarse en La Moncloa.

    Mientras la UE sólo sirva para esos pasteleos partidistas a corto plazo, no será aún la Europa fuerte, progresiva e integradora que la mayoría de sus ciudadanos desearíamos.    

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