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Federer tumba a Nadal

Federer tumba a Nadal

domingo 17 de mayo de 2009, 22:51h
No le hizo falta una exhibición de recursos ni un partido épico. El número dos del mundo jugó un encuentro interesante. Propuso intercambios rápidos, buscó la red con insistencia y se intentó tapar el revés con su prodigiosa derecha cuantas veces pudo. Con eso bastó. Nadal y Federer han firmado partidos prodigiosos, de los que quedan para siempre en la retina.

Federer estuvo aceptable, muy lejos del tenista que se ha convertido en mito. Nadal, por su parte, gestionó mal todos los puntos importantes del partido. El número uno del mundo se despidió del triunfo casi sin discutirlo: cuando Federer sacaba para ganar el encuentro, tuvo dos bolas de break. Las desaprovechó. Levantó una bola de partido. No pudo con la siguiente, y con ella se marchó el título. "Insuficiente", dijo. El suizo había perdido los cinco últimos partidos contra el español, que llevaba 33 partidos invicto sobre arcilla.

La obsesión por enfrentarse al revés de Federer hundió al español. Contra el suizo, Nadal necesita mezclar alturas y direcciones, variar los golpes, para luego aprovechar las debilidades del número dos del mundo. Federer arrancó el partido de manera lamentable, acumulando hasta 25 errores no forzados, y desbordado por la izquierda. Insistió tanto Nadal por ese camino, tanta fue su avaricia por ganar por allí el partido, que Federer acabó entrando en ritmo. Jugó suelto, liberado del grillete de las carreras, la receta de esquina a esquina con la que Nadal le ha impuesto tradicionalmente su dominio.

La final no tuvo intensidad, fuerza ni gas. Se jugó siempre como una simple transición hacia los momentos decisivos, sin agresividad ni diente retorcido. Entre los grandes partidos que han disputado los dos mejores tenistas del mundo, la final de Madrid fue un encuentro sin brío. Perdió Nadal porque puso todo lo que se le presupone -control desde el fondo, machaque continuo del revés del suizo-, pero no anduvo fino en ninguna de las bolas que marcaron el partido. Su aparente seguridad fue fragilidad vestida de brazo fuerte en los puntos importantes.

Antes de la rotura que le costó la primera manga, en la única bola de break de la que disfrutó Federer, el español desperdició dos en otros tantos juegos distintos. Siempre, además, pareció llegar un segundo tarde, lento de piernas tras una paliza para los libros: las 4h3m que tardó en derrotar a Novak Djokovic el sábado fijan el partido más largo a tres sets desde 1968, cuando arrancó la era Open. Una razón más para que aumente su alergia a la altura y a lo rápido de la pista: como se demostró durante la semana, su bola no pica alta hasta que se esconde el sol y aparece el frío. Federer golpeó a placer.

Roland Garros empieza en una semana. Hasta allá marcha Federer en busca del único grande con el que no ha cruzado su victorioso camino. Parecía Nadal inalcanzable.

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