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De la utopía a la realidad: socialismo en Venezuela

De la utopía a la realidad: socialismo en Venezuela

jueves 28 de mayo de 2009, 17:43h

El colosal experimento político de Chávez y la mayoría del pueblo venezolano, su atrevido caminar revolucionario sorteando conspiraciones de los poderes “de siempre”, golpes de estado, emboscadas exteriores e internas, es, a la vez que una ingente realización política, un ejemplar proyecto  y acontecimiento moral, ético, humano.

Conocemos varias definiciones de “política”, a menudo poco o nada inocentes. Ya Niccolò Machiavelli (nuestro “Maquiavelo”) explicaba que lo político y lo moral constituían mundos distintos. Pero su gran inteligencia, frescura intelectual y cinismo quizá no previeron, hace medio milenio, hitos como la II República española o la V venezolana, verdaderas conjugaciones de la moral y la política, paradigmas históricos del empeño de redención de un pueblo expoliado por sus clases dirigentes (la República española de 1.931, truncada por el fascismo mussolini-hitleriano; y, lo que es peor, por la renuencia de las democracias occidentales a apoyar a una nación hambrienta de justicia, instrucción, dignidad; temo que esta segunda parte se repite con la República Bolivariana de Venezuela).

Todo lo cual no significa que aquel gran intento español de hace tres cuartos de siglo o el actual venezolano no cometan errores. Quien no yerra no se enseña, cuenta el refrán. Pero la esencia más genuina de la Quinta República, de Zulia a Delta Amacuro y Guayana, del Distrito Federal a Bolívar y Amazonas, es, como señala Gonzalo Sánchez desde el primer párrafo de este libro, garantizar las libertades y garantías democráticas que permitan al pueblo participar “directamente en los asuntos públicos”. Llevando a cabo todos los esfuerzos para acabar con el hambre, el analfabetismo, la falta de atención sanitaria, que han retenido a la gran mayoría, por siglos y siglos, en la condición de sub-ciudadanos. Mientras una infame oligarquía, heredera del colonialismo hispano, se repartía el fruto del sudor de un pueblo que reventaba de miseria y desesperanza.

Gonzalo Sánchez es un joven investigador que ha estudiado Derecho y Ciencias Políticas, en Madrid y en Salamanca. Casado con Ana Graciela, venezolana, ha podido comprobar, no sólo por sus estudios y lecturas, la parcialidad anti-revolución bolivariana de muchos medios de comunicación, lo que le ha llevado a escribir artículos y ahora el presente libro, como una necesidad personal, política, de conciencia. Con él pretende, según me escribe, “hacer pensar a quien lo lea”, y “no que se crean a pies juntillas lo que yo digo”, sino que traten de comprobarlo, frente “al dogmatismo que promueven los grandes medios capitalistas para mantener intactos los privilegios de los dueños de esos medios, que no son otros que los que forman la injusta oligarquía mundial”.

Tomando prestada una expresión a Santiago Alba, Gonzalo Sánchez tiene algo que decir, y tiene los recursos mentales para decirlo. Para mostrar cómo los venezolanos han dejado de ser silenciados, ascendiendo a protagonistas de su propia historia, reclamando su honra personal y colectiva casi eternamente pisoteada. He aquí el camino de la revolución en su mejor sentido, de avanzar hacia ese horizonte que llamamos utopía. Horizonte de justicia y plenitud de derechos humanos para todas las mujeres y hombres, no para unos sí y otros no, que es la infame discriminación en que se asientan el llamado “orden mundial” y la autodenominada “comunidad internacional”, logotipo tan usado por quienes no dudan en excluir del presente y el futuro a la mitad de la humanidad.

Resumiendo en pocas palabras, Venezuela, con decisión y conciencia de lo que hace, a veces a tientas, descubriendo, inventando caminos --“se retrocede con seguridad pero se avanza a tientas”, dice Benedetti-- abre senderos, exporta futuro y dignidad a los países de su área latinoamericana, y a los de todas las latitudes del planeta. A tientas a veces, con errores a veces, sí, y es lícito hacer crítica de ellos. Mas crítica como análisis, discusión, razonamiento. No las críticas con condena decidida antes de empezar el análisis, como en esos juicios falseados donde la sentencia se encuentra escrita previamente a comenzar el mismo.

A Chávez y su refundación democrática del Estado los han condenado por anticipado todos los sucesores de los antiguos traficantes de esclavos, los capaces de tirar bombas atómicas sobre población civil, o quienes ejercen el terrorismo de Estado en Irak y Palestina, así los ex presidentes Bush y Aznar, grandes compinches de ese gran traidor a su propio pueblo, el ignominioso Pedro Carmona. A todos los citados les gustaba más un sujeto como Carlos Andrés Pérez. Con él hacían mejores “negocios”. ¿Pero y el pueblo? El pueblo, decía Louis Blanc, despertó asustado con el ruido de pasiones que no eran las suyas.

No importa a los citados que don Hugo gane democráticamente una y otra y otra elección y referéndum durante más de una década. No aceptan que democráticamente transforme la inane realidad anterior venezolana y redima a las masas populares, no les interesa que luche contra el latifundio depredador, que traiga sanidad, escolarización y comedores gratuitos, acceso de los humildes a la Universidad y a la vivienda, atención a los discapacitados, reconocimiento y ayuda a los pueblos indígenas, emancipación de la mujer oprimida por el patriarcado, cumplimiento del Protocolo de Kioto sobre medio ambiente.

Les enferma, en cambio, su liderazgo carismático incontestable, el cual no hay que enjuiciar o calificar desde unos esquemas europeo-occidentales sino con perspectiva de la América entre el Río Bravo mexicano y la Tierra del Fuego. El “Aló Presidente”, en sus coordenadas, no sería tan diferente de nuestro celtíbero “Tengo una pregunta para usted”, recoge el autor de este libro. Y Chávez es un hombre de origen popular que conecta chipén con la mayoría de sus compatriotas, con sus necesidades y sus ilusiones. Desde dicha perspectiva, pues, Chávez es un nuevo “libertador”, y su mayoría o legitimidad de gobernante dimana sobre todo de los sectores populares, a los que transfiere inmensos recursos económicos que antes sólo engrosaban los bolsillos y cuentas en paraísos fiscales de unos pocos. ¿Cómo le van a perdonar?

Por lo demás, son legión las verdades a medias o falsedades vertidas contra el Gobierno de Venezuela. Lean, verbigracia, entre las tergiversaciones que narra Gonzalo Sánchez, la “información” en mass media de que Hugo Chávez había eliminado de la programación televisiva la serie de “los Simpson” emitida por una cadena privada. “Yendo a la página web de la cadena, observamos cómo Los Simpson se emitía a las siete de la tarde de los lunes en la semana de comienzo de abril de 2.009”. En cuanto a la RCTV, no es cierto que “fuese cerrada”: “se le retiró la concesión para emitir por cobertura pública, debido a que apoyó el golpe de Estado de abril de 2.002, pidiendo el asesinato del Presidente de la República. Y sigue emitiendo por cobertura privada”.

Ya debiéramos ir terminando esta introducción, andamos por más de mil  palabras, y no es uno el autor sino modesto telonero. Me limitaré a algún tema imposible de obviar, y que el lector, si quiere, discurra. Servidor aspira a lo mismo que Gonzalo Sánchez: a que el lector --es decir, el pueblo supuestamente soberano-- “piense”, deduzca, entienda. Y, en tal propósito, uno confiesa su adicción a la mayéutica, voz derivada del griego “maia”, partera; la cual no pare, no da a luz, sólo ayuda a quien pare, que es la protagonista, la heroína del trance. Aquí el actor, el parturiento, es la lectora o lector de este libro, quien de las uvas de los datos y hechos que éste expone podrá sacar el vino de moralejas y aprehensiones. Este mayéutico prologuista sólo aspira a meter en calor al lector, a tentarle a que analice y descubra por sí.

El leyente, confiamos, se dará cuenta de que la operación política del chavismo-bolivarismo es de muy alto voltaje. Se trata nada menos que de la dualidad o dialéctica, y del tanto por ciento de compatibilidad, entre la democracia representativa y la democracia participativa. En España nos sentimos “oficialmente” muy ufanos de aquélla, pero la realidad o práctica nos muestra un grave deslizamiento hacia la partitocracia, con una ley electoral poco democrática, las famosas listas cerradas y bloqueadas,  la “lealtad” u obediencia del político, el representante de los ciudadanos, el cargo público, a la cúpula del partido antes que al pueblo, antes que a sus propios electores, especialmente en cualquier momento crítico. En suma, el “partito” como norte, por encima del “demos”. (Ahora mismo tenemos en Valencia, donde escribo, el esperpéntico y falaz apoyo, prietas las filas, recias, marciales, de los políticos del PP al imputado y sospechoso presidente Camps, cuando todos ellos saben lo que saben, o lo deducen mediante simple silogismo. E ídem de ídem respecto al jefe provincial de tal partido en Castellón, el conocidísimo Fabra de las cien cuentas bancarias secretas, entre otras lindezas sub judice).

En Venezuela, hay mucha más cuota de democracia participativa, lean el libro. Y hay un rescate enorme de la soberanía nacional, sin bases militares extranjeras por ejemplo, conque tentémonos las ropas antes de sentirnos demasiado superiores. Por no hablar del enorme poder y beligerancia política, acá, de la Iglesia. Y no digamos de la banca. Como describe Adela Cortina, en nuestro soberbio sistema no ha funcionado el marco institucional encargado de controlar las tropelías financieras, los banqueros han arriesgado hasta el desiderátum el dinero ajeno, convencidos de que a ellos les sacarán las castañas del fuego, y pagarán los más débiles, unos que se quedaron sin trabajo, otros que no pueden pagar la hipoteca de su casa, los de más allá que han tenido que cerrar su pequeña empresa. Déjenme añadir que la actual singladura de Venezuela echa importante cuarto a espadas sobre esenciales dimensiones de un sistema mundial necesitado de mucha más justicia y solidaridad. 

No ignoro que las comparaciones son odiosas, y que Venezuela no es el paraíso. Pero muchas de sus extraordinarias “Misiones” (véanlo en este libro), de sus televisiones y radios comunitarias, sus cooperativas, sus consejos comunales, recuerdan aquellas dignísimas “Misiones pedagógicas” de la II República Española, recuerdan a “La Barraca” y el proyecto de educación, cultura y arte para el pueblo de aquel noble régimen aplastado por el fascismo. Que, al igual que la República Bolivariana, vino a proclamar, frente a la ignorancia y el atraso, la cultura y la toma de conciencia. Mas ¡qué arduo enfrentarse a la gran bestia de la Inercia, la Injusticia y el Silencio, de las estructuras de poder de siempre!

España, permítanme manifestar por si genero equívocos, es el país en que uno desea vivir, el mío (dicho respetando a quienes no se sientan españoles, mientras no tiren de pistola y bomba, y conociendo que tanto el Artículo 1º de la Carta de Naciones Unidas como el Art. 1º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos prescriben el derecho a “la libre determinación de los pueblos”; dicho creyendo que el futuro español es la República Federal). Mas no alardeemos inmoderadamente de ser parte de la “Europa avanzada”, no critiquemos con virulencia las imperfecciones de la V República de Venezuela cuando aquí (por no hablar de los grandes financieros manguis de USA) aún nos bañamos en mares, más que lagunas, de corrupción, heredada (¡ah la Inercia!) de tantas dictaduras y dictablandas. ¿Y nos atrevemos a exigir pureza infinita e inmediata en Venezuela, que está saliendo de una noche mucho más negra?

Mañana mismo, declara como imputado el Presidente de la Generalitat Valenciana, por presunta corrupción. Y el juez tiene también bajo el ojo a una decena de “Consellers” (ministros del Gobierno autonómico) y a otros altos cargos, por los contratos con la corrupta Orange Market realizados en probable fraude de ley, troceándolos (“al menudeo”) para burlar la fiscalización previa, la publicidad, la libre concurrencia, y por ende a la Sindicatura de Cuentas y a las Cortes Valencianas, como señala el competente periodista F. Arabí. Contratos por mil y más millones de las antiguas pesetas, adjudicados a dedo a la franquicia valenciana del conocido Sr. Correa de la trama o caso Gürtel (lo de “los trajes” es el chocolate del loro). Sin entrar a hablar de la corrupción urbanística en las costas mediterráneas y otras, denunciada incluso por el Parlamento Europeo.

No es mi mayor deseo hacer comparaciones, reitero, sólo señalar los escándalos farisaicos respecto a Venezuela (¡cuán poco denuncian, los mismos fariseos, las enormes corrupciones e impunidades de su vecina Colombia!). Por ejemplo, censurar que Chávez lleve once años sobre la tarima, y olvidar a la vez que Felipe González estuvo catorce, y aspiraba a más. Y Juan Carlos lleva treinta y cuatro, y pretende que su hijo le suceda. Dobles varas de medir, doble moral, doble conciencia. Babosadas, chochadas, dirían quizá en El Salvador o Nicaragua.

* José Luis Pitarch es profesor de Derecho Constitucional y vicepresidente de Unidad Cívica por la República

 

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