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Pasiones y hechos

Pasiones y hechos

lunes 15 de junio de 2009, 04:14h

Una tras otra se suceden las averías del aparato teórico económico, haciendo que la comprensión de la megacrisis global resulte complicada. El comportamiento del precio de algunas materias primas desafía los pronósticos de principios de año y hace añicos las previsiones de quienes, como Jorge Castañeda, ex canciller mexicano, cantan nostálgicas serenatas a las políticas ortodoxas, al afirmar que donde se aplicaron la crisis no traerá más que raspones (El País, 25.10.2008) y a los que no —entre los cuales estaría nuestro país, según las creencias del colaborador de Vicente Fox— más vale que “Dios los coja confesados”.

El típico resbalón de quien confunde sus deseos con los hechos y supone que una creencia firme puede reemplazar la necesidad de informarse, se replica entre nosotros con los pronósticos de quienes esperaban un declive constante y un desequilibrio calamitoso de las finanzas públicas. La caída del primer trimestre ha sido evidentemente muy pronunciada y su impacto en los ingresos públicos enorme, pero la desconcertante recuperación de precios del petróleo y los principales minerales que exportamos tiende a crear un giro positivo para el segundo trimestre. Las ansiosas profecías de Castañeda y de sus equivalentes nativos contrastan con las apreciaciones de organismos internacionales, incluyendo el FMI, que han previsto que la economía nacional será una de las menos afectadas por la crisis. Las principales razones de esto no dependen del control de las autoridades del país y tienen que ver más bien con nuestra particular forma de inserción y relación con el mercado mundial, y particularmente con nuestra débil conexión con los mercados financieros, epicentro del estallido de la crisis.

Para asomarnos a las cifras y conseguir que sean útiles para comprender la realidad, es necesario tomar distancia del sectarismo y dogmatismo que priman entre los especialistas más consultados por los medios de difusión, ya que están muy lejos de abandonar sus prácticas de torcer los hechos para acomodarlos a sus creencias, las cuales continúan propalando sin un mínimo de autocrítica y de honestidad intelectual.

Al revisar el informe de CEPAL sobre el comportamiento de la inversión extranjera directa (IED) en 2008, uno puede darse cuenta de lo cargadas que son sus visiones. El trabajo muestra que América del Sur logró un importante crecimiento (casi 24%) de la IED, donde Brasil, Chile y Colombia encabezaron la recepción de capitales: 45 mil millones, 16,7 mil millones y 10,5 mil millones de dólares respectivamente. En términos porcentuales, los países que mostraron el mayor incremento, en comparación con el año 2007, fueron Ecuador, 404% (de 193 a 974 millones), Venezuela, con 166% (de 646 a 1.716 millones), Uruguay, con 67% (de 1.233 a 2.044 millones), seguido de Bolivia, que registra un incremento de 40% al pasar de 366 a 512 millones de dólares. Estos datos contrastan con la propaganda difundida por los especialistas y amplificada por los medios, porque esa lista de beneficiarios, con la excepción de Uruguay, es la misma que, según los expertos enamorados de las recetas ultraliberales, debería estar encomendando su alma al cielo.

Con o sin previsiones cataclísmicas, nuestras necesidades de inversión son muy grandes e insatisfechas en hidrocarburos, energía eléctrica, producción de alimentos —sólo para citar las mayores— y necesitamos políticas y estrategias para captarlas, tanto como necesitamos expertos que se apeguen más a la verdad y menos a sus antojos.

* Profesor universitario

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