¿El principio del fin del kirchnerato?

En esta orilla del Atlántico desde la que escribo, la europea, nunca se ha acabado de entender bien los insondables meandros de la política argentina. Y me parece dudoso que los propios argentinos, ese pueblo culto, desarrollado, entiendan muy bien qué destino misterioso les lleva a tener tan peculiares –por decir lo menos—gobernantes. Y, por supuesto, no me refiero solamente a Cristina Fernández de Kirchner y, antes, a su esposo y, antes, a otros innombrables presidentes de los que Argentina guarda avergonzado recuerdo. Dicen que el desafío por el que transita ahora la nación hermana ante las urnas no pasa solamente por renovar la mitad del Congreso y un tercio del Senado: se abre, a corto plazo, la veda de la sucesión, porque todos saben que Cristina Fernández y la sombra de Néstor Kirchner no son ya la mejor opción presidencial. Pero ¿hay otras opciones?

Ese y no otro es el problema. En Argentina apenas hay partidos que merezcan el nombre de tales. El peronismo es un movimiento con distintas y distantes alas. El radicalismo del gran y fallecido Alfonsín ya no existe en la práctica. Y lo demás…Lo demás es una amalgama de intereses, a veces meramente personales. Increíble que una sociedad tan evolucionada, probablemente la más europea de América Latina, se vea abocada a votar entre lo malo y lo peor. Y nadie sabe si estas elecciones legislativas marcarán el ocaso del ‘kirchnerato’. Además, el fin de la era Kirchner, ¿significará el arribo de algo aún más inconveniente?

En todo caso, para las relaciones con España, Cristina Kirchner no ha sido una figura de avance, sino más bien de todo lo contrario. La presidenta ha mostrado en repetidas ocasiones –y lo mismo, antes, su marido—su aversión por el empresariado inversor español y su escasa sintonía con los gobernantes del país que es uno de los dos principales inversores en el país. No causa sorpresa que, desde España, una nación tan importante para Argentina como Argentina lo ha sido y lo es para España, se sigan sin la menor emoción las elecciones legislativas en el país del Plata: ahora misma hay demasiados contenciosos pendientes como para que el empresariado español, y quién sabe si también la diplomacia española, no hiciese rogativas pidiendo la llegada de alguien nuevo, aunque de Guatemala pudiese pasarse a Guatepeor y no, no es ninguna alusión a país alguno, ni nos estamos metiendo en Honduras. Países que gustan, en su trayectoria de hoy, a la señora presidenta. Menudo panorama.