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Paradojas de bicentenarios

Paradojas de bicentenarios

martes 21 de julio de 2009, 01:00h

La recordación de los dos siglos de las sublevaciones que Chuquisaca y La Paz emprendieron en 1809 contra el imperio español se ha distinguido hasta ahora por una serie de hechos paradójicos atribuibles no sólo a desacuerdos o vacíos presentes en la información e interpretación históricas sino también a las circunstancias de la política actual.

Para comenzar valdría la pena reflexionar acerca de si se trata de un bicentenario o de dos. Si se toma en cuenta la localización geográfica de las mencionadas revueltas, así como la distancia temporal que hubo entre ambas (una el 25 de mayo, la otra el 16 de julio), se debiera asumir los bicentenarios en plural. Pero si se considera la afinidad de sus propósitos —promover la separación política del territorio de la Audiencia de Charcas respecto del control colonial hispánico—, se tendría que pensar en un único proceso.

No obstante, la discusión podría continuar, pues mientras el de Chuquisaca parece haber sido un movimiento de naturaleza más bien elitista y no muy dispuesto al rompimiento definitivo con los colonizadores, se presume que la índole del ocurrido en La Paz fue popular y más claramente independentista. O sea que de nuevo serían dos. Sin embargo, el resultado de ambos, que fue el fracaso ante las fuerzas de la realeza ibérica, vuelve a plantear su carácter unitario, lo mismo que el impulso que sí representaron para la posterior guerra de emancipación, que alcanzó sus objetivos recién dieciséis años más tarde.

Y con relación a esto último, cabe preguntar cuál es, entonces, el motivo de la celebración: ¿la inicial puesta en práctica de unas ideas revolucionarias que en ese momento no lograron prosperar o el intento contemporáneo de hacer exitosa la errada creencia en que la Colonia fue derrotada en 1809, dando comienzo la libertad? Como es dable advertir, uno y otro caso reflejan una falta de pertinencia que no es posible disimular.

Si se aceptara la primera razón, la honestidad tendría que llevar a reconocer que las ideas y las acciones “originales” contra la corona española emergieron entre 1780 y 1782 con las rebeliones indígenas de Túpac Amaru en el Cusco y de Tomás Katari y Túpac Katari (Julián Apaza) en Potosí y La Paz, respectivamente, al igual que con la urbano-criolla que comandó Jacinto Rodríguez en Oruro en 1781, en alianza con las fuerzas de Túpac Amaru. Es decir, que eso de los “primeros” gritos libertarios entraría en cuestión. Y si se insistiera en que el regocijo del año 2009 expresa el aniversario doscientos de la libertad, simplemente se estaría mintiendo, por cuanto la independencia republicana se concretó en 1825.

Ya en el presente, las paradojas suman otras dos facetas importantes. Una es que la confrontación político-regional que vive el país desbalanceó y divorció los actos de conmemoración organizados en Chuquisaca y en La Paz, provocando una suerte de competencia absurda entre oficialismo y oposición. Otra, quizá más de fondo, es que el Gobierno central, propulsor del Estado pluricultural y de un marcado espíritu indigenista, se empeñó visiblemente en respaldar la rememoración de una fecha —el 16 de julio—, que a su modo simboliza tanto como la del 25 de mayo el principio de lo que luego sería el Estado monocultural republicano al que se opone en sus discursos y declaraciones.

¿Cuál es, por fin, el sentido de recordar estos dos siglos? Tal vez haya menos contradicciones cuando llegue el 6 de agosto de 2025, aunque nunca se sabe.

* Comunicador

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