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Crítica teatral.- "Tito Andrónico: ceremonia sangrienta"

viernes 31 de julio de 2009, 12:21h
Tras su estreno en el teatro romano de Mérida, Animalario presenta en las Naves del Español (Matadero de Legazpi) el montaje de “Tito Andrónico”. Andrés Lima dirige este drama tremendo, plagado de intrigas, traiciones y venganzas sangrientas.
Tito Andrónico no quiere ser emperador de Roma. Cede el poder a Saturnino quien, estimulado por su bárbara esposa, provoca una masacre entre la familia de Tito. Este, y su hijo Lucio, ejecutan una venganza que, con mucho acierto, ha sido calificada como “gore”, aunque el director de este montaje no abusa de esa estética.

La fuerza de la palabra

Andrés Lima recurre a un escenario básico pero efectivo. Una plataforma giratoria se convierte en todos los lugares de la acción. A su alrededor los actores entran y salen de escena, a la vista del público. Destaca, por su sencillez y eficacia, el escotillón central de la pista. Es un foso, un sumidero, una cloaca, una tumba... por ella se despeñan todos los restos putrefactos del terror y la traición. La movilidad de la plataforma permite algunos aciertos brillantes, como la matanza final, desarrollada como un vertiginoso carrusel de odio, miedo y muerte. Es tal su fuerza y velocidad que los actores corren peligro de ser expulsados de ella. Pero, con todo esto, el director apuesta, sobre todo,  por la palabra y el trabajo interpretativo como bazas fundamentales.

Visceralidad


La compañía al completo realiza un trabajo visceral, intenso y agotador. Aunque hay algunas desigualdades entre los actores, el conjunto es dynamico y todos convencen, incluso cuando cambian de personaje, como hacen varios de los intérpretes.

Lima cuenta con algunos de los pesos pesados de Animalario para este montaje: Javier Gutiérrez, Nathalie Poza y Alberto San Juan. A ellos se suman Tomás Pozzi, Enric Benavent o Fernando Cayo. Es este actor el más brillante del montaje como el moro Aaron. Su monólogo sobre la maldad es espléndido. Javier Gutiérrez da vida con entusiasmo al botarate emperador Saturnino y también logra un trabajo muy apreciable. Alberto San Juan, como Tito, debe luchar con su juventud, alejada de la edad del personaje. Y actúa a la contra de sus compañeros de reparto. Es quien más arriesga, con una larga escena de desnudo incluida, y el que origina una división de opiniones más acentuada entre el público sobre su interpretación.

En este desolador panorama teatral veraniego, con muchos espectáculos anunciados pero con escasa calidad, “Tito Andrónico” es una meritoria excepción. No alcanza la perfección de “Urtáin” o “Hammelin” pero es una propuesta seria y rigurosa. Permanecerá en cartel hasta el 30 de agosto.
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