Al margen: Batasuna

No se necesita una gran memoria para recordar que la decisión de Batasuna de presentarse a los próximos comicios en forma de agrupaciones electorales se corresponde, exactamente, con la decisión de siempre. Batasuna, que se ha llamado de mil maneras y se ha presentado a las distintas elecciones de mil formas, teme, no sin fundamento, que con su nueva denominación (Abertzale Socialista Batasuna) no le sea permitido concurrir a las de mayo, de modo que ha desempolvado su conocido 'plan B' para burlar esa persecución que, bien es cierto, se ha ganado a pulso.

Sin embargo, Batasuna podría llamarse como le diera la gana, y ofrecer a la sociedad vasca sus propuestas políticas por muy indescifrables que fueran, y dejar de alimentar para siempre el victimismo al que está abonada para desconsuelo de no pocos de sus seguidores, mediante una operación mucho más práctica y sencilla que todas las que se le han ocurrido hasta la fecha: condenando la violencia.

Es muy fácil: bastaría una declaración no importa si solemne, pero sí diáfana, de reprobación de la violencia como arma política, y, desde luego, de toda clase de violencia, desde el coche bomba a la intimidación callejera. Que los ciento y pico mil vascos que suelen votar a la coalición abertzale no pueden ni deben quedar en la marginalidad política, pues la vida de un país requiere el concurso de todos, es algo que sólo desde el extremismo más visceral puede negarse, y siendo esto así, o pareciéndoselo cuando menos al que esto escribe, sería lamentable otra reedición del viejo cambalache de jugar con las siglas para venir a lo de siempre, ese estar en política sin aceptar las reglas básicas del juego, siendo la más básica de las cuales jugar sin trampas, porque entonces no hay política, ni juego, ni nada, sino un hartazgo que engorda según pasa, sin que nada cambie, el tiempo.

Ni el gobierno se entregó a ETA al impulsar el proceso que acabaría con ella, ni Batasuna se entregaría al Gobierno, si no a la razón y al bien de su pueblo, por condenar de una puñetera vez la violencia