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Debatiendo sobre la renovación de mitades

Debatiendo sobre la renovación de mitades

domingo 09 de agosto de 2009, 03:50h
La renovación por mitades del Congreso ha sido planteada por Alan García en su discurso del 28 de julio. Es verdad que lo ha hecho intencionalmente tarde para que no se dé en su gobierno, ya que la propuesta si figuraba en el Plan de Gobierno del APRA en el 2006.
Sintomático del ánimo nacional, al iniciarse el cuarto año de la segunda presidencia de García, la propuesta ha sido recibida con apatía en el Parlamento y con severas críticas de los sectores más diversos. Creo que ellas se deben, por lo menos en parte, más que al contenido mismo de la propuesta, a la comprensible desconfianza frente a quien la propone.
Por mi parte, con todos los peros que se le pueden poner, me parece un avance y el Parlamento debería aprobarla.
Resumo mis argumentos.
El primero apunta aplicar el principio de realidad: “nada puede ser peor que mantener un Congreso “mediocre y corrupto” (como lo bautizara Augusto Álvarez en el periodo pasado) y que empeora con cada nueva camada de 'otorongos’. La población al poco tiempo no se siente representada por sus congresistas y es absurdo mantener esa ficción por cinco años”.
Es verdad es que “es sólo una reforma aislada y que debiera venir acompañada de la eliminación del voto preferencial, el voto voluntario, la reducción del tamaño de las circunscripciones y el establecimiento de Senado pequeño macro regional o con distrito único, pero incluso así puede ayudar aun cuando sea un poco, a recuperar la confianza en el Congreso en sus autoridades y a expresar mejor la correlación política del país”.
También, porque “es también útil para manejar la “relación estabilidad/cambio que es una tensión permanente en el país. Los riesgos de mantener el asfixiante continuismo son equivalentes al de empezar todo de nuevo. Que una parte de los parlamentarios “antiguos” se queden con el nuevo presidente ayuda a una cierta estabilidad y que la otra mitad se cambie a mitad de periodo favorece el cambio”.
Entre los críticos de la propuesta esta mí apreciado amigo y colega de Espacio Compartido, Samuel Abad, cuyas opiniones me inspiran enorme respeto. Pero en esta ocasión quisiera discrepar. El argumento central de Abad es que no basta con una medida de este tipo y que hay varias otras cosas mas importantes que hay que hacer: “Para dar mayor estabilidad al sistema, gobernar de manera compartida y reducir tensiones, no basta con reformar al Congreso. Lo importante es evaluar el régimen político en su conjunto que involucra al propio Poder Ejecutivo”.
De acuerdo, pero ¿por qué el hecho que “no baste”, la hace “innecesaria”? Con la casi nula voluntad de cambio del García, ¿no es mejor ser prácticos y aunque sea apoyar esta pequeña reforma que pudiese luego abrir las puertas a otras?
Agrega Samuel otro argumento: “El Perú ya ha tenido renovaciones parciales, sin éxito, por ejemplo en la Constitución de 1823” Me parece que la realidad política y los condicionantes para que una reforma política funcione o no en 1823 y en el 2014 se parecen tanto como La Oroya y Paris.
Abad cita también al recordado Pedro Planas, sosteniendo que “la renovación parcial fortalecía a los partidos tradicionales, pues su estructura les permitía mantener presencia en los sucesivos Congresos, afectando, en cambio, a los nuevos partidos (“Rescate de la Constitución”, 1992)”. Pero, hoy por hoy, la referencia a los partidos que tienen estructuras con capacidad de permanecer estaría dirigida exclusivamente al APRA. No tengo precisamente la mejor opinión de ese partido, pero creo que la capacidad de permanecer en el tiempo y tener una estructura partidaria que supuestamente les permita mejores performances en elecciones intermedias, no pueden ser cuestionadas como un demérito.
Un punto de vista similar es el de Martín Tanaka en La República : “La renovación por mitades del Congreso busca mejorar la representación política, al hacer que la evaluación del desempeño de los gobiernos se vea reflejado en un cambio en la composición parlamentaria, pero tiene el inconveniente de que puede complicar y paralizar la acción del Ejecutivo, además de que no resuelve el problema de representación: mientras la oferta política que nos proponen los partidos no mejore, y no se cambie la forma en que funciona el Congreso, tendremos más de lo mismo”.
Tanaka no parece estar en contra de la renovación parcial (aún cuando no me queda del todo claro a que se refiere cuando dice que ello puede “complicar y paralizar la acción del Ejecutivo”) y de nuevo coincido en que no sería suficiente, ni la panacea. Pero: ¿por qué por lo menos no avanzamos con esto?
Insisto en mi planteamiento: que sea insuficiente, que lo plantee García con intereses subalternos o que pueda beneficiar al APRA, no podrían ser argumentos suficientes para oponerse a una reforma que puede ser un paso -aún cuando sea pequeño- para avanzar en recomponer la relación de la población con las instituciones de la democracia.
Creo que sentarse a esperar al día que todas las reformas puedan hacerse de manera completa y perfecta, quizás sea llegar un día demasiado tarde a la historia.
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