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Camps y Barberá prefieren callar

Camps y Barberá prefieren callar

domingo 09 de agosto de 2009, 17:19h
  Francisco Camps, pese a haber superado una primera prueba en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, aparece para muchos observadores y analistas como "hombre muerto" a efectos políticos, e inutilizable para nuevos servicios. Entre otras cosas, porque lo que era una sospecha amplia, se ha convertido ya en creencia generalizada de que mintió repetidamente a las Cortes valencianas y a los medios de información, cuando negó, una y otra vez, que hubiera recibido trajes de la trama Gurtel de Correa y El Bigotes.

   Sobre todo, fue esencial la revelación de su conversación con los jefes de la trama, en la que se exponía con claridad el grado de amistad y entendimiento entre las partes, Camps y El Bigotes. Luego, en efecto, se produjo la instrucción del caso, y las deliberaciones de los tres magistrados valencianos, y el voto particular de uno de ellos, partidario de que el presidente de la Generalitat valenciana fuera sometido a juicio con jurado, tal y como había previsto y anunciado, con gran pavor del afectado, el juez instructor del caso. Eso hubiera sido intolerable, dijeron muchos en el PP, asustados por la mera posibilidad que llegó a anunciarse y se mantuvo unos pocos días. Luego, cabe suponer que las muchas presiones políticas hicieron el resto, ya conocido: sobreseimiento de la causa, y recurso de casación ante el Tribunal Supremo, la instancia que, desde el momento en que aparece uno solo de los muchos aforados del caso -un senador, un diputado, un presidente de Comunidad autónoma, y unos cuantos diputados de la asamblea de Madrid- debió haberse hecho cargo de todo el caso.

   Pero nadie quiso ese gran banquillo de los "corruptos del PP", que tal vez hubieran significado el final mismo de un partido que tropieza de manera permanente con la misma piedra, como ahora estamos viendo en las revelaciones de las que tenemos noticia en la Baleares de Jaume Matas. Es cierto, que en los dos grandes partidos se han cometido desmanes y tropelías, y que probablemente no es razonable siquiera comparar quién tiene más. Y no es menos cierto que la actitud de la dirección de una y otra fuerza política han sido mucho más amables y respetuosas con el presunto autor del crimen de lo que el ciudadano hubiera deseado: Mano dura con el violador de normas, sobre todo cuando tal violación repercute en los gastos de dinero público o en el enriquecimiento personal de unos pocos a quienes se confió la gestión de esos dineros de todos.

   Pues bien, Camps, que tenía "unas ganas locas" de verse libre de cualquier culpa en el asunto de los trajes, es seguro que se ve ya con el baldón insoportable de esas dádivas, y acaso con el añadido de presiones políticas no menos soportables sobre la administración de Justicia. Todo lo cual, lo hace "no hábil", por ejemplo, para repetir su candidatura valenciana o en cualquier otro destino político de relieve. Se acabó una carrera política que tampoco parecía que tuviera mayores propósitos que los de frenar el acceso de los socialistas al "poder valenciano". De paso, no es improbable que Rita Barberá, también callada tras su inconveniente campaña pro-Camps y contra el cohecho propio o impropio, haya quedado "tocada" definitivamente para la misma tarea de seguir siendo cargo público. Quién podría decir que los trajes de Camps también resultaran inconveniente a la Barberá.
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