www.diariocritico.com

Fernando Jáuregui

Desatino contra Moratinos

Desatino contra Moratinos

lunes 09 de abril de 2007, 01:35h

Puede que no siempre merezca un aplauso la acción exterior española, aunque la mayor parte de las veces no pueda achacarse al ministro de la diplomacia el principal de la culpa, sino a la mismísima jefatura del Gobierno, responsable máxima de lo que ocurre entre España y los demás países. Las malas relaciones con Estados Unidos, por ejemplo, o los traspiés económicos ante la Unión Europea, por citar apenas dos ejemplos lacerantes, no pueden ser achacables a un ministro, sino al propio inquilino del palacio presidencial de La Moncloa. Pero, para una vez que se acierta, tanto desde La Moncloa como desde el Palacio de Santa Cruz, hay que decirlo. Son muchos –yo entre ellos, desde luego—quienes piensan que esta vez, esta vez al menos, se ha acertado.

El final del viaje de Miguel Angel Moratinos a La Habana ha desencadenado un torrente de críticas por parte de sectores conservadores españoles y de la disidencia cubana contra el titular de la cartera de Exteriores. Incluso un diario madrileño, vinculado a círculos más bien reaccionarios, ha llegado a asegurar en un editorial que el viaje de Moratinos y de la secretaria de Estado Trinidad Jiménez a la isla caribeña es “un ultraje a las víctimas” del castrismo.

Nadie discute –yo no, desde luego—el carácter aberrante de la dictadura impuesta por Fidel sobre el pueblo cubano. Hace mucho que ese régimen anticuado, fosilizado, tiránico y cruel debería haber cedido el paso a la democracia abierta que el pueblo cubano se merece. Hace tiempo también que el oprobioso bloqueo impuesto por los Estados Unidos, que tanto ha hecho sufrir al pueblo llano en Cuba, debería haberse levantado. Y hace tiempo que la Unión Europea debería estar cooperando más activamente en lograr la evolución hacia fórmulas democráticas del régimen de Castro.

Ahora, la transición ha comenzado. Quiéranlo o no los herederos de Fidel, lo quieran o no los disidentes más radicalizados, que desearían, desde sus centrales en Miami, controlar a su manera el proceso. Quién sabe quién liderará este proceso, con una disidencia desunida y un régimen tan desgastado como el propio Fidel, o como el propio Raúl Castro, que evidencia la senectud y la decadencia de la situación que vive una isla en la que los españoles tenemos tantos antecedentes, tantos lazos históricos, tantos recuerdos, tanto cariño depositado por ambas partes.

Qué hay más lógico, pues, que el hecho de que sea el Gobierno español el primero en estar presente en esta situación de inevitable transición. Para observar de cerca, opinar y hasta –por qué no—tender una mano cuando corresponda. Nada que ver con perpetuar una coyuntura improrrogable, como todo el mundo sabe en Washington, en Miami, en Madrid, en Bruselas, en México, en Bogotá, incluso en Caracas –no, Chavez no será el nuevo Fidel, aunque intentase serlo--  y, por supuesto, en La Habana. ¿A qué discutir lo obvio?¿O es que alguien cree que Fidel, en estado más o menos terminal, su casi octogenario hermano o los desmoralizados jerarcas de la revolución ya extinta  esperan que lo suyo va a durar eternamente? Cabe pensar, más bien, que, como siempre ocurre en estos casos, cada cual está al ‘sálvese el que pueda’, buscando acomodo en la nueva situación, sea cual fuere esta nueva situación que llega.

El viaje a La Habana no puede ser espaldarazo alguno al régimen dictatorial. Más bien, pienso, todo lo contrario: la presencia de Moratinos, embajador extraordinario de hecho, aunque no de derecho, de toda la Unión Europea, ha de ser interpretada en Cuba, y fuera de ella, como una mano tendida a la evolución. A nadie le conviene una ruptura brusca entre lo actual y lo que viene, entre otras cosas porque la prolongada dictadura ha creado una oposición fraccionada, mal avenida, y nadie sabe, como ocurrió con el franquismo, qué personas y qué instituciones sucederán a Castro y a su consejo de la revolución.

Incluso desde un punto de vista más allá de la pura ética y de la estética, los intereses en cuestión son muchos. Cuba está llamada a ser uno de los países más prósperos y, por tanto influyentes, de la zona. En el juego de equilibrios y contrapesos, la UE ha de tener un papel importante en las relaciones con los futuros gobernantes en La Habana. Y nos conviene no poco que España sea el puente entre esos dos mundos; puede que al propio Washington –que tendrá una nueva Administración, sin duda más abierta,  dentro de pocos meses—le convenga ese rol que debería jugar España. ¿Cómo, entonces, atacar tan ferozmente como algunos sectores españoles lo hacen el viaje de Moratinos a la isla? Eso sí que es un desatino

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios