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Brasil: y el futuro se hizo presente

Brasil: y el futuro se hizo presente

sábado 03 de octubre de 2009, 15:01h

Bastantes décadas atrás, cuando se repetía a todas horas, referido al inmenso Brasil, aquello de “El país del futuro”, era habitual la escéptica broma de que el enorme gigante latinoamericano seguiría siempre soñando con un futuro que nunca llegaría a su compleja y difícil estructura económica. Este viernes, cuando la inmensa y bella metrópoli de Río de Janeiro ganaba limpiamente la candidatura olímpica de 2016 nada menos que a Chicago y Tokio, e incluso a nuestra “corazonada” de Madrid, demasiado vertida esta última al marketing político y urbanístico del alcalde Ruiz-Gallardón, muchos pensamos que, con Lula de Silva –el antiguo líder obrerista, lleno de buen sentido, que ha llegado a ser paradójicamente el gran aliado estratégico de los Estados Unidos de Obama en Latinoamérica– aquel soñado futuro ya está en Brasil. Lo primero que es preciso reconocer es que ha sido una victoria esperada y limpia, por mucho que nos duela a los que hubiéramos querido para la capital de España ese gran acontecimiento global que son siempre los Juegos Olímpicos.

La candidatura de Madrid ha tenido un promotor intenso, sincero y entregado en el rey Don Juan Carlos, que una vez más ha estado a la altura de sus grandes responsabilidades y hubiera merecido sin duda, como los madrileños y todos los españoles, este gran premio que finalmente ha ido a Río de Janeiro, capital de un gran país hermano. Y tuvo también el momento quizá de mayor emoción, reconocido incluso por nuestros competidores, en la intervención de ese hombre de edad avanzada y toda una vida entregada a sus tres pasiones, el deporte, España y Catalunya, que es, afortunadamente aún vivo, Juan Antonio Samaranch, antiguo presidente del COI.

Pero como en el viejo y conocido desahogo del famoso torero sevillano cuando un toro salía tan atravesado que había que dar una espantada, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. Habrá que intentarlo de nuevo, porque esta gran ciudad, Madrid, reconocida ya como la gran capital del sur de Europa y visible meca de los jóvenes europeos como lo era Londres mediados los años setenta, quiere organizar unos Juegos Olímpicos y merece la oportunidad de hacerlo. Antes o después, quizá cuando Madrid tenga un alcalde menos volcado al puro y descarnado marketing, y España, más temprano que tarde, vuelva a tener un jefe de Gobierno con más credibilidad y mayor peso internacional, acabará por conseguirse.

De momento, lo correcto es felicitarse y felicitar a Brasil porque las candidaturas de Río de Janeiro y Madrid hayan podido nada menos que con la del Chicago de Obama y la de Tokio, la asombrosa capital de ese gigante económico que es Japón, aunque finalmente, y como sólo podía haber un ganador, la suerte haya dado la cara a la capital del gran país latinoamericano, por cierto amigo, en el que el futuro ya se ha hecho presente.

 

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