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Ir, ver, comprender…

Ir, ver, comprender…

lunes 21 de diciembre de 2009, 17:40h

En toda guerra hay víctimas y nadie obtiene la victoria, aunque algunos ilusos piensen lo contrario.

Y la primera víctima es la verdad.

Esos axiomas encajan en la batalla entre el Gobierno y los medios de comunicación, batalla donde los equívocos podrían hacer mucho daño al periodismo.

Hablar de ‘la verdad’, en absoluto, siempre será una mentira. Así que quien diga, como lo hace el Gobierno cada sábado, que “la verdad ya es de todos”, simplemente está mintiendo.

Pero también hay medios y periodistas que se jactan de decir “la verdad”, cuando convierten sus espacios en escenarios de oposición política y desinformación.

¿A qué verdad nos referimos, entonces, cuando unos y otros pretendemos izar esa bandera?

¿Quién tiene ‘la verdadera verdad’ en la guerra política y mediática entre el Régimen y la prensa?

Si unos y otros fragmentamos la realidad como nos conviene, ¿no estamos diciendo mentiras en nombre de ‘la verdad’?

Cuando se expida la Ley de Comunicación, un gran equívoco será que algún sector, privado o público, asuma “la victoria”.

Porque si se llegara a concretar una Ley democrática (lo cual dudo), donde todos los ciudadanos y poderes (político y económico, en especial) asumamos nuestros deberes y derechos, habrá que decir, simplemente, que fue un signo de una sociedad más madura y menos intolerante.

Dudo, además, sobre el destino de lo que se debate ahora: ¿podremos los periodistas, por nuestra propia decisión, caminar en la ruta de un mayor pluralismo, un menor apasionamiento ideológico, una elevada autocrítica y un metódico aprendizaje de los errores?

Será otro equívoco autoconvencernos de que la tormenta pasó y que ya no será necesario desarrollar o profundizar nuestros procesos de capacitación, pensamiento y reconstrucción del periodismo.

Lo digo porque me resulta patético escuchar a colegas que dicen que la arremetida gubernamental “nos hizo más cuidadosos con nuestro trabajo”. ¿Quieren decir que si el Régimen no nos combatía habríamos seguido haciendo mal lo que estábamos haciendo mal?

Otro equívoco será mantener la pretensión, desde el sesgo del mercadeo, de que las audiencias son un ente abstracto sin capacidad de elegir, decidir, exigir y demandar un periodismo equilibrado, útil, justo e inteligente.

Más allá de la obsesión de quienes intentan descalificarnos para impedir la crítica, más allá de quienes desde los medios estatales y la academia hacen relaciones públicas y vocería del Gobierno, a los periodistas solo nos compete, como decía Kapuscinski, “ir, ver, comprender, sentir y contar” la vida desde la misma vida.

Si la clave del buen periodismo es sintonizar con la gente de fuera del poder, ¿qué esperamos para hacerlo ya, sin más autoprórrogas, mediante un ejercicio honesto, humano y riguroso del oficio?

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