Bonilla asegura que en "las capas de ingresos medios y bajos se precarizó el trabajo, su participación en el ingreso se redujo y su capacidad de compra se limitó a lo básico", lo cual quiere decir que el dinamismo de la demanda en la fase de crecimiento no fue generalizado, sino que se concentró en las capas de ingresos altos.
Teniendo en cuenta lo anterior, el informe muestra que "como consecuencia, los indicadores sociales son precarios”. Un ejemplo de ello es el índice GINI (que se utiliza para medir la desigualdad de los ingresos) que volvió al 0,59, una alta cifra de la que Colombia tiene la deshonrosa distinción en América Latina de ser la líder.
Así mismo, el estudio reveló que el 20 por ciento más rico de la población sigue concentrando el 62 por ciento del ingreso, siendo el responsable del mayor consumo nacional y que ahora hay menos trabajadores asalariados que independientes, predominando el rebusque sobre el empleo decente.
De otro lado, el documento también menciona que solamente la tercera parte de las personas que trabajan, alrededor de 6 millones, se encuentran en los regímenes contributivos de salud, pensiones, subsidio familiar y riesgos profesionales.
El informe de Bonilla, asegura que los niveles de pobreza, medidos antes de la actual recesión, son exageradamente elevados, pues el 46 por ciento de la población total corresponde a personas pobres y el 18 por ciento a sujetos en condición de indigencia.
Ricardo Bonilla, concluye su informe aseverando que "con excepción del control de la inflación, los retos para los próximos años son prácticamente los mismos de comienzos del siglo".
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