La columna de Gema Lendoiro: 'Mis queridos lectores'

El caso es que hoy, último día del año, no sabía muy bien de qué escribir. Les juro que llevo toda la mañana dándole vueltas al asunto y el folio sigue en blanco (no es un símil, en word también hay un folio blanco, aunque sea virtual) no atraía a ninguna musa. Ni rastro, oigan. Pensando, pensando (qué peligrosas las mujeres cuando pensamos, ¿verdad mis misóginos favoritos?) valoré la idea de hacer un resumen de las noticias del año pero luego caí en la cuenta de que soy experta en casi nada pero, desde luego, en análisis político, cero pelotero (ya me lo dice mi jefe: “Tú Lendoiro, a narrar fiestas que es lo tuyo”). Como ven, ni mi propio jefe me toma en serio, así de triste es mi vida. También pensé en hacer un resumen de eso que dice Jáuregui que es lo mío, las fiestas, pero tampoco, porque ¿qué sentido tiene ahora recordar lo que pasó en febrero, hace ya una eternidad?

Así que en el ejercicio de pensar he llegado a una conclusión y una musa, pequeñita, pero musa, al fin y al cabo, se ha posado en mi hombro y me ha susurrado al oído: LECTORES. Y, me he dicho (yo me hablo mucho a mí, tanto que hasta me harto de mí misma muchos días); vamos a hablar de los lectores, sin cuya existencia, esta columna no tendría ninguna razón de ser más que la de ejercitar los músculos de mis dedos.

Así que hoy me dirijo a todos vosotros y además me tomo la libertad de tutearos. Lo primero que tengo que deciros es GRACIAS. Primero porque me leéis (además, cada día más), segundo porque os tomáis la molestia de hacer comentarios. Ya sabéis que en este periódico no se ejerce la censura con nadie y en esta columna se puede comentar lo que uno quiera. Tanto si se está a favor como si se está en contra. No diré que no haya habido alguna vez algún comentario que me haya herido, pero si así ha sido es porque se atacaba a lo personal y no a lo que yo opinaba que para eso se ponen los comentarios.

Me encanta leer cómo a veces me llamáis roja y otras veces facha. Me hace gracia y me enorgullece porque eso significa que no soy ni una cosa ni la otra o quizás sea las dos a la vez. Me gusta la diversificación de las opiniones y me gusta que os enfrentéis de manera moderada y educada. Yo, como vosotros, también tengo a mis comentaristas favoritos,  los que nunca me fallan porque siempre me leen aunque no siempre estén de acuerdo con mis opiniones.

Como periodista asumo que tengo una responsabilidad social en cuanto a que lo que publico tiene una trascendencia pública y por ello debo decir siempre la verdad y contrastar siempre aquéllas noticias de las que me nutro. Si en algún momento he cometido el error de no hacerlo, pido disculpas porque mentir sobre las personas es una cosa grave, más si se hace de manera pública. Aunque no me consta que haya mentido nunca sobre nadie.

Sé, por los ranking de lecturas, que os gustan más las columnas “frívolas” o en las que hablo de sentimientos que a todos nos tocan…(vale, Jaúregui, tienes razón, dejo la política, que no es lo mío). Así que en el año nuevo camparé por estos fueros que veo que son los que más triunfan.

También quiero dar las gracias a mis compañeros de redacción, aunque los vea poco porque poco piso el periódico. Sobre todo por su eterna paciencia conmigo. Y no sólo a los plumillas, esto va por todos los trabajadores del periódico.

Tengo también un especial recuerdo en esta columna de hoy para todos aquellos detractores, que los tengo. Y si me tengo que fiar de la máxima que dice que el nivel de un ser humano también se mide por el nivel que tengan sus “enemigos”, entonces creo que voy por la senda acertada. Porque mis “enemigos” ideológicos, con sus comentarios quitándome “mi” razón tienen un nivel que me enorgullece.

También un recuerdo especial para todos los columnistas en los que me inspiro (sino en el estilo, sí para aprender) Especialmente me vienen a la cabeza cuatro que, además cuento con la suerte de tener a tres como amigos: Carmen Rigalt, de la que siempre digo que es mi maestra aunque a ella eso le suene a vieja. Carmen, querida, tus crónicas en El Mundo son siempre mi primer deber cada domingo por la mañana y maestra te lo digo porque de ti, aprendo. Juan Cruz, escritor, editor, periodista, adjunto a la dirección de El País, aconsejador (y de los buenos) y además ahora, bloguero. Juan, gracias por leerme y gracias por tus buenos y sabios consejos. Enric González, (no te conozco personalmente) porque leer tu columna (El País), es simplemente un placer. Porque de ti se aprende a escribir y porque nunca olvidaré tu solidaridad conmigo cuando tuve aquel desagradable incidente que acabó conmigo en un calabozo (nada grave, no se asusten). Tus palabras en aquella columna me emocionaron como pocas. Y por último, Lola Canales, amiga, escritora, periodista y de la que tuve el honor de editar dos libros, uno de ellos de su paso por la cárcel en la época franquista por ser una contestaría con el Régimen (con pocos libros me he emocionado tanto al editarlos). Con tu blog en Terra me río, me entero, me nutro, me “aprendo” y me emociono. También gracias por el post que me dedicaste con idéntico motivo que la columna de Enric.

Y nada más, que parezco Almodóvar recogiendo el Óscar. A todos vosotros que os tomáis la molestia de leerme aunque sólo sea para ponerme verde, GRACIAS DE CORAZÓN.

Ah, y ya por último, y porque si no, no sería yo, dejadme que me salga ese poquito de Miss que llevo dentro y haga una última petición: para el 2010 quiero paz en el mundo.
FELICIDADES!!!