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Reflexiones de un guerrillero

Reflexiones de un guerrillero

miércoles 06 de enero de 2010, 13:30h

Eusebio Tapia (1946) en su libro "Piedras y espinas en las arenas de Ñancaguazú" (1999) relata las vicisitudes por las que llegó y pasó a formar parte de la columna guerrillera a la cabeza del Che Guevara. “Allí se tropezó con obstáculos y dificultades, escribe Tapia, mientras se apartaban los obstáculos se abrió un desierto sin fin, donde los buitres se abalanzaron para devorarlos de pedazo en pedazo hasta acabarlos. ¡Allí el hombre sucumbió y sello su suerte de héroe y mártir de la revolución americana!”

En uno de sus capítulos finales Eusebio, a quien tuve la oportunidad de conocer cuando era dirigente colonizador allá por los años ochenta, busca explicaciones de las razones del fracaso de la guerrilla y dice: “El campesino estaba acostumbrado a vivir, sometido, a la servidumbre y al paternalismo. Por cuanto, al escuchar hablar de explotación del patrón, al campesino le pasaba desapercibido, no significaba para él nada, mas al contrario optaban por el lado negativo, ponerse en guardia ante la posible incursión de los guerrilleros, ya que si advertían su presencia, corrían a avisar a la Policía o al ejército. Por eso los campesinos fueron delatores, traidores "Chivatos" como dijeran los cubanos”.

Tapia quien treinta años después de sobrevivir a la guerrilla volvió a la Higuera relata que los campesinos de aquel tiempo “no percibían que los guerrilleros queríamos favorecerles, para que ellos sean liberados de la dependencia. En la Población de La Higuera, donde solo existen una veintena de casas de esa urbe rural, encontramos a los campesinos testigos de esa época y nos contaban así:

- El Ché llegó por allá, nos dijo señalando por el Alto Seco hacia el Batan.- Cuando llegaron aquí, nosotros nos ocultamos, nadie quería hablar con ellos, porque los militares nos habían dicho que eran malos, con la gente. No sabíamos quién era el Ché. De aquí mandó para allá a unos compañeros y allí cayeron, habían llegado a la quebrada,el Churo, donde le habían herido y lo trajeron caminando y lo metieron en la escuelita. La Escuelita, no era esto, era más ordinaria, era de adobe no más, y con el techo de paja y barro. Recién cuando llegó ya herido, vimos que era gente como nosotros no más, solo que tenían barba y cabellos crecidos, su herida no era grave, casi sano estaba...pero, los soldados nos ordenaron que nos alejemos y nosotros ya no nos acercábamos. No sabemos en qué momento lo habrán matado. Hemos escuchado los disparos, pero siempre los soldados disparaban cuando se les daba la gana.

De repente los soldados, estaban saltando de alegría, ¡Tu Papá ha muerto! ¡Tu Papá ha muerto! Saltaban contentos. Yo no sabía por qué estaban diciendo esto, después nos enteramos que el Ché había sido muerto.

- ¿Si hubieran sabido, que el "Ché" quería el bien de ustedes? ¿No se hubieran escondido?

- Claro, los hubiéramos recibido, les hubiéramos vendido comida, les hubiéramos protegido de los soldados y tal vez no hubiera muerto. Recién nosotros estamos sabiendo quien era el Che, toda la gente que viene, nos habla y nos dice quien era y que quería con su lucha...

- ¿Ustedes vendían comida a los militares?

- ¡No!. Los militares nos ordenaban a cada uno, que debíamos cocinar comida para tantos soldados, y nos decían están a su cargo tantos soldados para que les atiendan el desayuno, almuerzo y cena. Teníamos que hacerlo, sino nos castigaban, nos amenazaban con llevarnos al arresto por complicidad con los guerrilleros.

- ¿Les pagaban de esos servicios o de las atenciones?

- ¡No, nada nos daban, ni las gracias!

- Desde la época de las guerrillas hasta ahora, ¿algo ha cambiado?

- No, solo han hecho el camino, que entonces estaba en Pucara, esta era una senda para caminar con animales no más

- ¿Que más pueden decir?

- Se comían nuestros ganados, nuestros chivos, nuestros productos, nada podíamos decir, ni tampoco nos pagaban.”

En pleno siglo XXI, Tapia nos transporta a “esa época donde estaba en auge el fanatismo "revolucionario" (revolucionarismo pequeño burgués) o anarco-revolucionario, "Trosko-maoistas", sobraban los incitadores y agitadores a acciones aventureras desde las Universidades, las minas y otras fuentes laborales influyentes”.


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