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Vivir bien a diario

Vivir bien a diario

lunes 08 de febrero de 2010, 03:45h

Estoy convencido de que las 500.000 operaciones realizadas por médicos cubanos, para tratar afecciones oculares, han tenido, también, una influencia cierta en el momento en que los cinco millones de electores decidieron sus opciones.

Puede suponerse razonablemente un efecto similar de medidas como la liberación de costos de los títulos de bachiller. Y, yendo más atrás, a la actitud que asumió el Gobierno, al inicio de su mandato, enfrentando la resistencia de los grandes propietarios de transporte, decididos a continuar evadiendo tributos. En todos los casos se trata de respuestas de la población, ante pequeñas pero significativas acciones para mejorar la calidad de vida de una parte o la totalidad de la población, o para hacer prevalecer la igualdad de obligaciones y derechos.

En este momento de vigencia ampliada del proceso constituyente, cuando empiezan a aprobarse leyes que materialicen el diseño contenido en la Constitución, la prueba de lo cotidiano es el espacio más significativo, en el cual cada ciudadana y ciudadano verificará la realidad de los cambios. El filtro de la experiencia diaria será el plano decisivo para corroborar si aquello de vivir bien es un nuevo recurso retórico o una nueva realidad.

Una primera e inmediata prueba es la capacidad y firmeza que pueda desplegar el Ejecutivo para enfrentar la amenazante predisposición de los grupos concentrados de propietarios de transporte a desafiar las nuevas normas que intentan poner freno a la impunidad frente a la creciente matanza de pasajeros y los abusos que estos grupos cometen contra sus trabajadores asalariados. Aliados electorales del Gobierno quieren pasarle factura, haciendo que retroceda en decisiones largamente postergadas.

En materia educativa, la gratuidad del título de bachiller debe acompañarse de una revisión de los procedimientos, costos y precios que se impone a los pocos graduados de las universidades públicas (como si estuvieran obligados a costear parte de las deserciones y otras ineficiencias del sistema) y la tremenda exacción que soportan graduados de muchas universidades privadas, a quienes se engaña al presentarles tarifarios después burlados cuando tienen que tramitar sus títulos, para los que además se les obliga a absurdas “contribuciones”, como el pago de derechos a los colegios de abogados, exigido, por ejemplo, a graduados de gastronomía (¡!). Estos pequeños ajustes no subsanan la ausencia de una propuesta de reforma integral de la educación, pero alivian los pesares de miles de estudiantes martirizados.

Los cambios en la administración pública necesitan acelerarse, sobre la base de un primer y pequeño ajuste que haga comprender a los servidores públicos que deben todo al público, antes que a nadie y no a sus padrinos políticos. Si se consigue que lo entiendan, entonces esa expresión de verdadera colonialidad estatal que consiste en el maltrato y menosprecio a los usuarios empezará a retroceder. Respetar a los usuarios y ser recíprocos con ellos, ya que con su aporte se paga a los funcionarios. No se necesitan recursos muy grandes para conseguirlo y practicarlo. Ejemplo: muchas colas, especialmente de pacientes, ancianos y mujeres podrían disminuir si se usa internet para distribuir fichas. La Contraloría emplea hace años este recurso, pero no lo hacen las cajas de seguro o servicios a los jubilados. Las transformaciones heroicas tienen que acompañarse de las más sencillas y modestas, que suelen ser también las más urgentes.

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Profesor universitario

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