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Deprimidos

Deprimidos

martes 01 de mayo de 2007, 11:40h
Dice la última encuesta del CIS que el perfil del español medio muestra que somos “deprimidos, obesos y con alto riesgo cardíaco”. Bueno, quien suscribe se confiesa más bien gordito, no muy adicto a deporte más violento que una partida de mus y buen gastrónomo. Lo cual me coloca seguramente entre quienes corren peligro de infarto, lagarto, lagarto, aunque ya no sea –tome nota, ministra Salgado-- fumador. Es, sin embargo, en el espacio “deprimidos” donde a veces me siento mejor reflejado. Y es que no me digan que no existen, en este país nuestro que tanto disfruta de puentes, acueductos y otros derivados del ladrillo y el hormigón armado, motivos para la depresión.
 

Contemplar cómo el tema de la corrupción urbanística se utiliza como arma electoral, en lugar de ser fuente de reflexión colectiva sobre cómo acabar con la lacra, me deprime, francamente. Que solamente un diez por ciento de los contribuyentes declare ganar más de 36.000 euros al año, qué quieren que les diga; así resulta que somos los mayores poseedores de billetes de quinientos euros de toda Europa. Pues eso: que también me deprime estar rodeado de evasores de impuestos.
Como me deprimen los debates sobre si son galgos o podencos estos muchachos de un renacido partido vasco, del que no se había vuelto a saber casi desde los años treinta. Me deprime ver en qué han quedado enormes polémicas, que dieron lugar a magnas manifestaciones, como si la unión de parejas homosexuales debería llamarse o no “matrimonio”, o si el color de la condecoración a una soldado fallecida en Afganistán habría de ser rojo o amarillo. O, si no, mire usted la fotografía de los jóvenes en batalla campal con la policía tras un botellón. O la de De Juana Chaos paseando al último sol donostiarra con la novia, que se ha hecho tan famosa. Angel Acebes, que tantas veces cae en la demasía, ha tenido una frase genial, referida a la imagen del asesino peripatético: “sólo nos falta verlo con una copa en la mano”, ha dicho con justeza. Tiempo al tiempo.

Esto, solamente por poner algunos ejemplos del desaliento que nos causan tantas veces las dos españas, neveras, ya nos lo dijo Machado, para cualquier corazón sensibe.

Pero miren ustedes: puestos a deprimirse en estos días primaverales que vivimos, me pone de los nervios, me causa ansiedad profunda, el papanatismo bastante generalizado con el que saludamos a la nueva y tierna infanta. Que si un repostero ha elaborado un pan llamado ’infantita’, que se venderá como rosquillas, valga la redundancia; que si doña Elena dice que su flamante sobrina es “muy mona y come muy bien”, stop the press; que si la Reina se sintió agradablemente sorprendida, volando desde Moscú, al saber que a la nieta la llamarán Sofia, vuelvan a parar las rotativas, por favor. Que si traerán la pila bautismal desde no sé dónde y el cardenal Rouco prepara ya sus mejores galas para el bautizo en palacio…A este paso, a mí, que siempre me he proclamado más bien monárquico, acabarán haciéndome republicano.

Y es que, viendo, oyendo y leyendo estas y otras cosas semejantes, uno tiende a pensar que vivimos en un país feliz, sin problemas de fondo. Diga lo que diga el CIS sobre depresiones, obesidades y riesgos de infarto, qué sabrán ellos.    
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