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Cinco tallas en dos semanas

Cinco tallas en dos semanas

martes 01 de mayo de 2007, 14:55h
Día del Trabajo, once de la mañana. Conversación en la cafetería: "esto no tiene arreglo. Mi niño hace la comunión dentro de dos semanas y no entro en el traje. Había perdido un kilo, pero ayer me pusieron las 'palomitas' delante y me comí toda la bolsa. Ya sé que por un día no pasa nada, pero es que yo tengo una talla 46... y me he comprado una 38. Es un vestido de tirantes y tiene siete botones. Ayer, me podía abrochar dos, pero hoy, seguramente, sólo uno. ¿Ustedes creen que podré ponérmelo? Si no como, me encuentro fatal. Le he dicho a mi marido que me hago una liposucción, pero me ha dicho que de eso nada, que nos cuesta 6.000 euros y que, luego, lo mismo quedo estupenda y le dejo por otro... ¿Ustedes creen que en quince días perderé los kilos que me sobran para poder estrenar el traje?".

   Es toda una declaración de intenciones, hecha, eso sí, con un excelente sentido del humor, con gracia innata. Pero revela muchas cosas. Acabo de leer que, por primera vez, la Encuesta Nacional de Salud registra que más de la mitad de la población padece obesidad o sobrepeso. Es decir que nos estamos convirtiendo en una sociedad 'gorda', lo que es sinónimo de problemas de salud crecientes. En el caso de los niños, la alarma es mayor porque el porcentaje ha aumentado en sólo tres años más de un once por ciento. Es decir, comemos mal, alimentamos peor a nuestros hijos pequeños -las 'chuches' y la bollería industrial son una bomba de relojería- hacemos poco ejercicio y pensamos cada vez más en la cirugía como método para "recuperar la normalidad". Queremos una talla 38 en quince días y sin hacer nada de lo que hay que hacer para poder conseguirla de manera natural. Y eso tiene graves riesgos y aumenta los problemas.

   Lo llamativo es que tenemos cada vez más y mejor información sobre lo saludable. Tenemos cada vez más y mejores medios para vivir sano. Pero empeoran los baremos. La ministra de Sanidad ha emprendido en esta última etapa diversas campañas para obligarnos a vivir saludablemente. La campaña contra el tabaco ha sido feroz; ha estado a punto de prohibirnos no ya beber vino, sino incluso producirlo; y puso en marcha un programa estratégico, NAOS (Nutrición, Actividad física, Obesidad y Sedentarismo).

   Por lo que se ve, los tres han dado el mismo resultado: escaso. Prohibir casi nunca soluciona nada y en el corto plazo algunas medidas -como la del carné por puntos- pueden mejorar algo las estadísticas, pero no son la solución al problema. Hay que empezar por la escuela. Por encima de la educación para la ciudadanía, la escuela debería ser el lugar donde se nos enseñara, inteligentemente, a comer, a hacer ejercicio, a dormir bien -nos pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo y muchos no saben hacerlo adecuadamente- y a hablar y convivir respetando a los otros. Las matemáticas o la geografía se pueden aprender un poco más tarde. Pero un niño obeso será un adulto con problemas graves. Y cada vez tenemos más. Si los padres hacen lo que hacen, ¿cómo no va a haber niñas anoréxicas, dietas salvajes y gordos inmensos?
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