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¿Qué es Occidente?

¿Qué es Occidente?

jueves 01 de abril de 2010, 21:51h

La civilización occidental tiene su punto preciso de partida en los emperadores romanos Constantino y Teodosio, cuando imperio e Iglesia cristiana se fusionan. En esta amalgama entre cristiandad y tradición clásica se origina un modelo de vida y de sociedad de rasgos muy particulares. De acuerdo a J.M. Roberts: "En el corazón del cristianismo, una vez que San Pablo hizo su trabajo, se encontrará el concepto del alma individual. Ese respeto por la individualidad venía a la vez de Roma a través de sus nociones de la ley y de los derechos legales, habiendo heredado de la antigua Grecia el énfasis en la autonomía moral... Su importancia (la del individualismo) puede ser debidamente valorada en la medida en que se encuentra ausente de las otras grandes culturas...". (The Triumph of the West, Boston, 1985).

Según nos señala Tom Holland, el hecho de que Grecia hubiese prevalecido milagrosamente en contra de la invasión de los persas en el 480 A.C., permitió que se desarrollara la esencia del alma occidental que luego pasaría a Roma. De lo contrario, "nunca hubiese logrado forjarse esa entidad llamada 'Occidente'" (Persian Fire, London, 2005). A la vez, las islas de espiritualidad representadas por los monasterios europeos en tiempos de las invasiones bárbaras, tras la caída del Imperio Romano, permitieron preservar una herencia civilizatoria que de lo contrario hubiese podido verse arrollada.

Esta herencia habría de afianzarse en Europa y por transplante civilizatorio y poblacional habría de pasar, según Roberts, a América del Norte y del Sur, Australia, Nueva Zelandia y África del Sur. Para Samuel Hungtinton, en cambio, América Latina se encontrará fuera de este ámbito. El mexicano Leopoldo Zea se inscribiría también dentro de esa última perspectiva, en la medida en que distinguía entre una América occidental y otra ibérica. Arturo Uslar Pietri, por el contrario, consideraba que las claves sociales y familiares iberoamericanas provienen "por la Iglesia y por las Leyes de Indias, a través de las Siete Partidas, de la herencia romana", siendo por tanto cabalmente occidentales (Fantasmas de dos mundos, Barcelona, 1979).

Fue precisamente Huntington quien a finales de un milenio y comienzos del otro, mostró mayor interés en el concepto de Occidente. Este retomará de Oswald Spengler no solo la categoría de "civilización" para referirse a Occidente, sino también la noción de decadencia asociada con esta civilización. Hungtinton visualiza a un Occidente rodeado de retos y enemigos y en inevitable estado de declive. Al peligro planteado por una hegemonía china en ascenso y por la implacable animadversión del Islam viene a sumarse, en el caso de Estados Unidos, epicentro contemporáneo de Occidente, la amenaza hispánica. A su percepción de Occidente como ciudadela asediada, se le une su paranoia frente a la ideología del multiculturalismo, sinónimo de "decadencia moral y suicidio cultural".

Otros de sus conciudadanos perciben a Occidente -y en esencia al Occidente que se identifica con Estados Unidos- de manera mucho más optimista. Fukuyama hablaba del "fin de la historia" para referirse al triunfo de sus claves culturales. Nye se refiere al "poder suave" como la fórmula a través de la cual sus valores civilizatorios se difunden hasta los más remotos rincones del planeta. Barber utiliza el calificativo McWorld para referirse a un mundo "americanizado" en función de las tecnologías de la información, las noticias y el entretenimiento.

Sin embargo Occidente, hay que recordarlo, no es más que una parcela cultural del mundo, frente a la cual se afirman identidades diversas de igual validez y pujanza. China e India, en particular, ascienden con fuerza vertiginosa, buscando retomar la fortaleza que las caracterizó en el pasado.


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