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Después de las flores

Después de las flores

sábado 24 de abril de 2010, 15:55h
   Cataluña vivió el día de San Jordi en paz. Por unas horas, las flores que adornaban el hermosísimo paseo de Las Ramblas distrajeron y sosegaron a los políticos catalanes que ya se saben en vísperas electorales. Ha sido la ya confirmada visita del Papa a Barcelona la circunstancia que ha llevado a Montilla a dejar los comicios para finales de noviembre, Todavía queda tiempo, pero es sabido que el verano enmudece agendas y antes de que lleguen las penurias del calor, los partidos catalanes a excepción del PP, ultiman una especie de bloque para tratar de modificar la ley que regula el Tribunal Constitucional. Es esta, entre otras, la respuesta que los partidos catalanes, con Montilla al frente, han dado al último intento fallido de tener una sentencia sobre el Estatuto.

   Está lleno de lógica el enfado y la crítica a la demora en la elaboración de una sentencia que por compleja que sea no justifica en absoluto la tardanza en su redacción final. Ha sido este enfado y sobre todo la convicción de que el Estatuto "va a ser tocado", lo que ha llevado a este revuelo que ha llegado al irresponsable extremo de afirmar que el actual Tribunal no está legitimado ni jurídico ni moralmente para dictar sentencia. Por enésima vez el PSC lanza un pulso y aunque la experiencia nos indica que la sangre nunca llega al río, lo cierto es que en esta ocasión el distanciamiento, el pulso tiene características bien distintas a los vividos en ocasiones anteriores.

   No son tiempos de cambios. El Gobierno y el PSOE, cómodos los demás, las urnas se convierten en apariciones y toda prudencia es poca. El Presidente del Gobierno ha recordado a los suyos que el TC está plenamente legitimado para dictar sentencia y Rajoy ya ha advertido que nada de cambios a mitad de partido, máxime cuando el PP -dice Rajoy- ya propuso dos nombres para la renovación y ambos fueron vetados por el PSOE.

   A estas alturas los dimes y diretes entre socialistas y populares con ser importantes no es lo definitivo. Lo definitivo es que no se va a producir renovación alguna en el Constitucional y que será el actual Tribunal el que finalmente dicte sentencia. Lo definitivo es que sea cual sea la sentencia, con toda seguridad, no va a ser del agrado de la mayoría de partidos catalanes, porque en cualquier caso, y así se desprende de las sucesivas ponencias, el Tribunal va a poner serias pegas a no menos de veinte artículos y va a establecer límites de interpretación a otros tantos de manera que el debate sobre legitimidades está servido.

   Lo que está ocurriendo con el Estatuto de Cataluña debería llevar a la reflexión de si las cosas no se pueden hacer mejor. Fue un Estatuto planteado, debatido y aprobado sin tomar en consideración ni una sola de las propuestas presentadas por el popular Josep Piqué, hombre moderado donde los haya, y salvado in extremis por Rodríguez Zapatero y Artur Mas en una reunión nocturna preparada en secreto y con premeditación, que es como se preparan las negociaciones importantes.

   Lo hecho, hecho está. Lo malo es que a los defectos de origen se están añadiendo elementos que conllevan un hálito de desencuentro azuzado de manera imprudente por la clase política catalana que sabe que al menos a medio plazo sus pretensiones son un brindis al sol. El riesgo, una vez más, es dejar como huella la inútil melancolía.


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