El Estatut por capítulos

   De la misma manera que el Rosario se divide en Misterios, parece que el Estatuto se votará por capítulos en el seno del Tribunal Constitucional que, a estas alturas, nos lo imaginamos como el seno de Abraham, en su doble sentido, en el que están los bienaventurados -los bienaventurados componentes del Tribunal- o los cadáveres de los estatutos, sometidos a un lento proceso de putrefacción.

   La Justicia lenta no es Justicia. Si el abogado tiene que acudir al cementerio para, delante de la tumba de su antiguo cliente, intentar decirle que han ganado el pleito, da lo mismo ganar que perder, o, mejor dicho, se ha perdido el tiempo y la vida.

   Cuatro años hace que entró el Estatut para que el Tribunal decidiera si era o no contrario a las normas de la Constitución, y ahora parece que se va a votar por capítulos. Sin embargo, convendría recordar que los capítulos están compuestos de artículos, o sea, que siguiendo esta especie de partenogénesis al revés, también se podría aprobar por artículos, aunque como los artículos están compuestos de párrafos, puestos a ser escrupulosos, también se podrían someter a votación los párrafos.

   Cuatro años es lo que tarde un estudiante de bachillerato en licenciarse en Derecho. Cuatro años es un espacio de tiempo bastante dilatado, cuando la vida media está reconocida en los setenta y ocho, y demasiados años para que su lentitud no devenga en injusticia.

   Párrafo a párrafo, la aprobación podría prolongarse -entre negociaciones, consensos, acuerdos y disputas- otros ocho años más. No sabemos cómo será el mundo dentro de ocho años, y, por supuesto, no tenemos ni idea de cómo las transformaciones futuras afecten a Cataluña. Lo que parece fuera de duda es que nada de eso afecta a la serenidad, el sosiego y la prudencia de este alto Tribunal, tan alto, que parece residir en el cielo, ajenos a los estúpidos mortales para los que fue concebido.


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