¡Cuidado con el botellón de vuestros hijos!

Hasta la fecha, la moda del botellón no parecía preocuparnos en exceso: en general, se registraban más quejas por las molestias que genera (ruido, suciedad) que no las consecuencias negativas que para la salud de los menores acarrea. Sin embargo, los alarmantes resultados de dos estudios nos hacen exclamar “¡cuidado con el botellón de vuestros hijos!”. Solo los padres pueden poner freno y disminuir una tendencia tan negativa para nuestros jóvenes. Según un estudio de la doctora Maite Cortés, de la Universidad de Valencia (ver Diario Qué de 10 de junio) los adolescentes españoles prueban el alcohol, de media, a los 13 años. Un año más tarde, 6 de cada 10 jóvenes hacen botellón, es decir, realizan una ingestas masiva de alcohol una o dos veces a la semana, durante unos 9 ó 10 meses al año. De media, estos jóvenes se agarran unas 60 grandes borracheras al año. Sólo descansan los dos meses de exámenes. Pero su cerebro es demasiado joven y la adolescencia es un período de gran vulnerabilidad en la que intervienen varios factores del desarrollo y comportamiento neuroendocrinos…lo que, en caso de que intervenga el alcohol, puede comportar consecuencias neuroplásticas y neurodegenerativas. Según un estudio realizado por investigadores de La Jolla, California (ver Diario Médico de 1 de junio de 2010) las borracheras pueden causar daños irreparables en el hipocampo de los cerebros adolescentes. Dichos investigadores proporcionaron a cuatro monos Rhesus adolescentes una bebida alcohólica con sabor a limón durante una hora al día, a lo largo de once meses y compararon sus resultados con los de otros monos que no habían ingerido alcohol. En los primeros la producción de células madre neurales estaba reducida mientras que la degeneración neural se hallaba incrementada, de lo que se deduce que las borracheras y el alcoholismo pueden provocar efectos destructivos potencialmente a largo plazo en el hipocampo de los adolescentes humanos, minando irreversiblemente su capacidad de memoria. Además, del deterioro del desarrollo neuronal, del retraso escolar, la disminución de la capacidad de atención y aprendizaje, otros riesgos de la ingesta habitual de alcohol son insomnio, irritabilidad, delirios, alteraciones cardíacas, hepatitis y cirrosis, úlceras estomacales, incapacidad para absorber nutrientes…Por todo ello, este puede ser un elemento más de preocupación ante el comportamiento de nuestros hijos obligándonos a tomar las medidas necesarias para evitar un mal uso de su libertad y actividades de ocio.