Disculpen mi osadía, señores Magistrados, de opinar precisamente en este momento que parece decisivo para el Estatut; después de todo, no vendrá de una opinión más.
Claro y corto: creo que debieran llegar a una solución de síntesis. A dictar una sentencia que intentara encajar lo máximo del estatuto catalán en una interpretación abierta y dinámica de la Constitución. Interpretar ésta es cosa de ustedes, interpretar el Estatut puede que se escape de sus competencias.
Los artículos del texto estatutario son constitucionales o no lo son, ustedes pueden declarar alguno o algunos como inconstitucionales, pero no pueden cambiarlos ni en la letra ni en el sentido. Ustedes no son sus autores.
Pueden interpretar la Constitución, que es lo suyo, de forma que, sin traicionarla, le dé más vida y recoja mejor la realidad. Esta sería la síntesis jurídicamente creativa y políticamente integradora de una compleja y real pluralidad. Sin desarmar el Estado de todos, recogería la legítima diversidad que lo compone.
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Además, siendo fiel al Gran Pacto (de la derecha y la izquierda, de centralistas y nacionalistas, pues todos intervinieron, aunque tampoco hay que sacralizarlo) emanado de la Transición, respetaría esta Ley orgánica, que es el estatuto catalán. Estatuto que no siendo estrictamente un pacto algo tiene de ello ya que fue aprobada por el Parlament de Catalunya y también por el Congreso de España, siendo luego sometida a referéndum de los catalanes.
Se trata, y pido, una gran síntesis en un conjunto jurídicamente correcto e imaginativamente innovador, no de hacer pasar gato por liebre; los engaños o autoengaños siempre se pagan caros.
Encajar el máximo de la norma estatutaria “pactada” dentro del marco del Gran Pacto constitucional, de la que aquélla en el fondo deriva, está, señores Magistrados, al alcance de su magistral sabiduría jurídica.
Se trata de dejar de lado sus propias legítimas ideologías políticas, para centrarse en un noble empeño común de servicio jurídico, y, de otro lado, que los políticos sean más fieles a lo por ellos pactado: al Gran Pacto de la Constitución y al segundo “pacto”, el del Estatut.
De este gesto de grandeza del Constitucional y de su lógico acatamiento por todos, se derivaría un buen compromiso juridico-político, y seguramente la paz política y social.