Juicios paralelos

La guerra sucia contra ETA fue, además de un espanto, un enorme error que nuestra democracia ha pagado y aun sigue pagando muy caro porque, digámoslo con todas las letras: legitimó a ETA. Que un Gobierno democrático utilice contra el terrorismo las mismas armas que los terroristas lamina la superioridad moral del Estado de Derecho frente al terrorismo. Y durante el Gobierno de Felipe González al que perteneció Rafael Vera en España hubo terrorismo de Estado contra ETA. Pero, condenar las veces que haga falta aquella atrocidad y a quienes inspiraron, perpetraron, consintieron o, pudiendo evitarlos, no evitaron los crímenes del GAL tiene que ser compatible con reconocer que el proceso penal contra algunos - si no todos - los responsables del Ministerio del Interior de la época fue, tal como ha venido a concluir el Tribunal de Derechos Humanos europeo en el caso de Vera, una lamentable "caza de brujas"

Por fortuna para nuestra democracia, no es frecuente que la histeria colectiva que desencadena los juicios paralelos a los que somos tan proclives en este país se contagie del ámbito mediático al judicial. Aunque los jueces españoles que venden su independencia por un plato de dinero o de poder hacen mucho ruido, se pueden contar con los dedos de una mano. Pero la pregunta - y la invitación a reflexionar - que en mi opinión plantea esta sentencia contra el Estado español por el juicio "injusto" y "sin garantías" que llevó a la cárcel al ex Secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera en el caso del secuestro a manos de los GAL de Segundo Marey, yo creo que se puede extender, de lo particular a lo general, a todos los juicios paralelos: ¿Qué reparación tiene algo así?

La respuesta del abogado de Vera, Cobo del Rosal, me parece tan heladora como acertada: ninguna, para algo así no hay reparación humana posible. Por alta que pudiera ser la compensación económica que Rafael Vera o cualquier víctima de un error procesal o judicial pudiera reclamar legalmente al Estado, no hay dinero que pueda pagar el desprestigio y la deshonra personal y familiar que anudan a las equivocaciones de la Justicia los juicios paralelos "contra los famosos" a los que tan alegremente y con tanta ligereza arrastran a veces a los ciudadanos, a veces los políticos, y a veces los medios de comunicación (los unos por los votos, los otros por la audiencia).