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Por qué soy euroescéptico

Por qué soy euroescéptico

viernes 02 de julio de 2010, 23:05h

   Cada vez que voy a Bruselas vuelvo más euroescéptico. Lo malo, con todo, no es lo que me ocurre a mí, sino que desde el día 1 preside la Unión Europea Bélgica, un país fracturado que ni siquiera cree en sí mismo. Así que ya me dirán.

   Los años de bonanza económica consiguieron camuflar la división de una UE que no logró aprobar una modesta Constitución y cuyos miembros discrepan sobre políticas fiscales y laborales, migratorias y energéticas, sobre el intercambio de información financiera y la protección a paraísos fiscales de su propio ámbito y hasta sobre las normas de tráfico.

   Ahora, con la crisis, se evidencian todos los descosidos aunque los 34.000 funcionarios de Bruselas continúan viviendo al margen de los problemas y los parlamentarios europeos no ceden uno solo de sus 8.000 euros de sueldo mensual ni renuncian a sus cientos de asesores.

    La UE seguirá legislando, pues, sobre el tamaño de los tetrabricks o el número de viñedos, pero no tiene una política común sobre Kosovo o Turquía, Cuba o Afganistán, lo que convierte en irrelevante su papel internacional. A cualquier militar holandés le molesta ser mandado por un italiano o a un polaco por un español. Berlusconi impidió al BBVA hacerse con la Banca Nazionale del Lavoro, Zapatero que E.ON entrase en Endesa y ahora Sócrates que Telefónica compre Vivo.

   ¡Si hasta los franceses andan cabreados porque pretenden jubilarles a los 62 años cuando aquí se hace a los 65! ¿Es esto unidad o un patético sarcasmo? Por eso, muchos que presumen de europeístas sólo encubren con ello, en el fondo, el mantenimiento de una hipócrita y flagrante desigualdad.

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